En la Ciudad de México, entre el 8 y 9 de febrero, Ingrid Escamilla fue asesinada salvajemente y desollada por su pareja Erick Francisco. Tenía 25 años, era de Puebla, había estudiado una maestría en administración, después del fuerte sismo de 2017 ayudó a la reconstrucción de viviendas en Jojutla. Y, el año pasado, había denunciado agresiones de su pareja.
Algunos medios decidieron restarle importancia a esa información y destacar el morbo del feminicidio con fotografías filtradas por personal de la fiscalía de la CDMX y la Secretaría de Seguridad Pública.
Al día siguiente del feminicidio, el cuerpo de Ingrid apareció expuesto nuevamente, desnudo y ensangrentado, ante la mirada de todo el que pasaba por los puestos de periódicos. Editores de tabloide Pásala titularon “La culpa la tuvo cupido”, editores del diario La Prensa titularon “Descarnada”. Otros escribieron que había sido un “crimen pasional”.
Mujeres han lanzado expresiones de repudio por las filtraciones y por la decisión de esos medios de divulgar las imágenes, preguntándose nuevamente por la ética de la prensa y si esta debe ser sancionada.
Algo similar sucedió en Argentina en 2013. El portero de un edificio en el barrio de Palermo, en Buenos Aires, abusó sexualmente y asesinó a Ángeles Rawson. El diario Muy, propiedad de Clarín, puso una foto del cuerpo en portada y esto desató un enorme descontento social.
“Casi no había redes sociales en 2013, pero el repudio fue tan feroz que nunca más nadie se animó a poner una foto así, se generó conciencia”, dice en entrevista Gisele Sousa Dias, editora de género y diversidad en Infobae, una de las pocas periodistas en América Latina —y en el mundo— en este puesto que de a poco se va integrando a las redacciones.
¿Por qué los medios no deben publicar reproducir fotografías de feminicidios?
Gisele Sousa Dias: Lo que tenés que tomar en cuenta es que se usa precisamente el nombre de femicidios con una intención política, que es la de visibilizar las características específicas que tienen estos homicidios de mujeres. En Argentina hay un femicidio cada 26 horas, sé que en México hay más [uno cada 2 horas], en España hay menos [uno cada 90 horas, en promedio].
En el país el movimiento de mujeres hizo mucha presión para que el tema ya no fuera cubierto como cualquier hecho policial, donde hubiera sangre y morbo, sino con la responsabilidad del caso para buscar algunas formas colectivas de terminar con esos crímenes que atentan contra los derechos humanos de las mujeres y de las niñas.
Dentro de esa exigencia está dejar de contribuir al morbo. Hay medios que te van a decir “es que estamos ayudando a visibilizar la barbarie”. No. El morbo atenta precisamente contra la responsabilidad, porque la idea es visibilizar el problema. ¿Cómo? Mostrando que el problema existe, que es un problema social, cultural y político. Mostrando la necesidad de educación sexual en los colegios. Mostrando cómo la violencia sexual se aprende en casa. Mostrando y visibilizando la cultura del machismo, donde justamente se cría una masculinidad y se crían hombres que sienten y que piensan que las mujeres son de su propiedad y son descartables, justamente como basura, desmembradas y desolladas en distintas formas.
La idea es mostrar cómo es el concepto de base para crear un sistema que descarta a la mujeres. Y precisamente tiene sus particularidades porque no se resuelve con un policía en la puerta de tu casa, es un sistema. En Argentina el 80 por ciento de los agresores son conocidos, amigos de las víctimas, familiares, el padre de tus hijos, tu pareja o tu expareja. Los femicidios aumentan en el momento en que una mujer se empodera y se quiere separar.
La responsabilidad que exige a los medios no es mostrar más sangre o si te sacaron la pierna o si te sacaron el brazo, sino visibilizar el sistema que mata y asesina mujeres todos los días. Entonces, esa es la responsabilidad de los medios:
-No decir “crimen pasional” y dar a entender que uno es capaz de matar por amor, sino ponerle la palabra femicidio.
-No poner fotos en donde se revictimicen a las mujeres.
En Argentina se dice “a tal mujer la mataron y los medios la volvieron a matar”. Y se creó un nivel de observación donde ya a ningún medio se le ocurre poner una foto de una mujer desmembrada de ninguna manera.
“La responsabilidad de los medios ante los feminicidios no es mostrar más sangre sino visibilizar el sistema que mata y asesina mujeres todos los días”.
Creo que el punto de inflexión fue en 2013 con el femicidio de Ángeles Rawson, una chica acá en Palermo que fue abusada sexualmente por el portero de su edificio. El tipo después la mató y la tiró a la basura. Y un suplemento de Clarín, el diario Muy, la puso en la portada.
Casi no había redes sociales en 2013, pero el repudio fue tan feroz que nunca más nadie se animó a poner una foto así, se generó conciencia.
Hay un contraargumento de “lo hacemos para visibilizar”. Acá existe, ponen como ejemplo la foto de Aylan, el niño sirio de los refugiados que intentan cruzar hacia Europa. ¿La función de los periodistas es mostrar el horror? Sí, pero ¿cómo hacerlo? La función de los periodistas es visibilizar lo que pasa, visibilizar el sistema, no los detalles de ese sistema. Porque además en España están estudiando el efecto del copycat: cuantos más detalles das, más ideas le das al feminicida de cómo ejecutar su plan. Entonces, se pide que no se den tantos pormenores de un femicidio, no tantos como para contribuir a más morbo.
El efecto copycat en Argentina está probado. Después el femicidio de Wanda Taddei, una chica que fue prendida fuego por su novio en el 2010, aumentaron exponencialmente la cantidad de mujeres quemadas por sus parejas. Es más, las que sobrevivían decían que los tipos les decían: “Te voy a prender fuego como a Wanda”.
“La función de los periodistas es visibilizar lo que pasa, visibilizar el sistema, no los detalles de ese sistema”.
¿Existe sanciones en Argentina para medios que exponen así el cuerpo de las víctimas?
—En Argentina la violencia de género tipifica varias formas de violencia: violencia física, violencia verbal, violencia obstétrica y, entre todas ellas, está la violencia simbólica. ¿Qué sanción hay y no es una sanción explícita? A un medio lo pueden denunciar por promover un estereotipo de mujer, violencia simbólica, lo que sabemos que es la violencia simbólica. Ahora, no tienen sanciones concretas de dinero o algo que vos digas que lo van a dejar de hacer por eso.
Sí ahora la sanción es social, y muy especialmente por el movimiento de mujeres a través de las redes sociales. Si hay editoras de género ahora en los medios es por esto, por la sanción social y el repudio de lectoras y lectores diciendo “qué barbaridad”, “no tenés vergüenza”, “equis medio te vuelve a matar”. Es tan tan tan grave y tan terrible, que el repliegue y el pensar dos veces tiene que ver justamente con esa sanción que es mucho mayor a la otra.
Por lo tanto, no hace falta más poder de policía, tiene que ver con una despertar de la ciudadanía y decir “esto no más”.
¿Qué es lo que haces como editora de género y qué has podido sumar desde ahí?
—Como editora de género asumí a mitad del año pasado, es un trabajo nuevo, hay muy pocas en el mundo y hay que ver qué hay que hacer. En principio, mi trabajo es tener una mirada transversal de todo el medio. ¿Esto qué quiere decir? Que no hay una sección de género como si vos dijeras la sección gatitos, uñas o pelo en la revista de la peluquería. La mirada y la perspectiva de género atraviesa a todo el medio, esto es lo más difícil. Porque tenés que lograr que en la sección de economía dejen de citar solamente a economistas hombres, que cambien sus agendas y citen también a mujeres. Y después lo mismo en cultura o en deportes, donde las mujeres están representadas con culos y tetas, con parejas de jugadores de volei suecas o con “la mujer de Messi” en el yate. Parte de hacerte la pregunta “¿cómo están representadas las mujeres en el deporte?”. Como diosas o como las mujeres de, pero no como mujeres deportistas. Eso es un poco lo más difícil del cargo.
Por otra parte, la idea es que todos me puedan preguntar a mí cuando tengan dudas de palabras o de cómo encarar un tema. Hay una parte que es asesoría o consultoría antes de cometer el error, antes de enfocar un determinado tema.
También me tengo que ocupar de llevar una agenda de género, atender los temas del feminismo, desde una marcha, un aborto, qué va a pasar en el Congreso con el debate de si aborto sí o el aborto no, sobre si prostitución es trabajo o es explotación. Hay que ir atendiendo todo eso con notas cada días.
¿Legisladores, para cuando la prohibición de publicar imágenes de crímenes en periódicos? Estos periódicos deberían de desaparecer. Esto no es libertad de expresión, esto es revictimización, amarillismo y normalización de la violencia. #Ingrid #IngridEscamilla #NiUnaMas pic.twitter.com/EJ9bVCX9qA
— Jérémy Renaux (@jeremy_renaux) February 11, 2020
Y otra cosas que yo pedí, que me parece que es lo más efectivo, es hacer capacitaciones. Nosotros trajimos a dos periodistas de género de Página 12 que están dando capacitaciones a todas las secciones que hacen al medio: fotógrafos, periodistas, marketing, recursos humanos, todos. Les planteé que no puede ser que algunos sí y otros no. Porque puede haber periodistas formados, pero el fotógrafo si no está capacitado llega y te pone una foto como la de Ingrid en México. O en marketing o en recursos humanos aceptan una publicidad sexista. Por eso está tomando capacitación todo mundo. Suena bien, pero todo es lentamente.
¿Por qué es importante que los periodistas se capaciten?
—Hay un montón de mujeres, sobre todo las más jóvenes, que estamos teniendo nuestro despertar y estamos viendo cosas que nunca nos habíamos dado cuenta. Pero después hay un montón de hombres que solo se han sentido presionados, arrinconados, no han podido reflexionar un poco porque nadie les ha explicado bien, se sienten atacados y demás. Y, obviamente, se ponen a la defensiva.
Digo hombres pero también mujeres, generaciones de gente más grande, y al ponerse a la defensiva no entienden. Pero cuando uno les explica que no son caprichos de un montón de feministas, sino que hay tratados internacionales a los que Argentina adhirió, que son obligaciones del Estado, y les vamos diciendo que un femicidio no es igual a cualquier otro homicidio, cómo hacen los medios para no contribuir a reforzar estos estereotipos de género, y demás, es el momento en que les van cayendo fichas. Eso se nota.
Las mayores devoluciones que tuve en los talleres fueron de varones jóvenes, más de deportes, que nunca estuvieron cerca de estos temas. Me han dicho: “No sé, siento que me sirve no solo para el trabajo sino también para la vida”.