Quienes han cubierto historias periodísticas sobre niños, niñas y adolescentes saben que no es fácil. Que hay que recordar los básicos éticos generales y además considerar que son un grupo muy vulnerable.
¿Cómo es mejor llamarlos?
Algo de lo más sorprendente es que ese “menor” que leemos en muchas de la noticias, o que nosotros mismos hemos escrito tantas veces, no es adecuado. Y qué decir de cómo cuidarlos cuando existe una investigación judicial abierta, o cuando han sido víctimas de algún delito. ¿Podemos tomar una foto o no, en qué situaciones, cuándo usar un filtro para no revelar su identidad en una imagen?
“Manual de Niñez y Periodismo” es una guía de utilidad y tiene una serie de explicaciones y consejos que te podrían venir bien cuando escribas sobre niños, niñas y adolescentes, es descargable y está en formato PDF.
Reproducimos algunos fragmentos de ese texto:
El lenguaje
Muchas veces hacemos una relación simple y directa del lenguaje con la palabra. Sin embargo, su implicancia es mucho mayor ya que construye todo un sistema de pensamientos e ideas que van configurando nuestra forma de ver y actuar ante los hechos.
Con el lenguaje rotulamos y etiquetamos cosas, personas y situaciones con tanta fuerza que a menudo terminamos definiendo su esencia, comportamiento e incluso condicionando su porvenir.
La Agencia Nacional de Noticias por los Derechos (Anni), de Bolivia, integrante de la Red ANDI América Latina, afirma en su manual para periodistas2 que el lenguaje y la palabra son instrumentos que permiten empujar o aminorar procesos de cambio en los valores y creencias de una sociedad. “Por eso es urgente adaptar nuestro vocabulario a las nuevas corrientes de derechos humanos. (…) El lenguaje utilizado en la producción periodística debe considerar a la persona en toda su dimensión humana, en lugar de definirla únicamente por un atributo, una conducta o una situación por la que esté pasando”.
Es por ello que así como nos referimos a una persona adulta que no conocemos con palabras como “señor” o “señora”, de modo a tratarlos con respeto, también debemos referirnos correctamente hacia los niños, niñas y adolescentes, evitando el uso de términos que puedan afectar su dignidad como persona, más allá de que el periodista o la periodista los utilice con o sin intención peyorativa. Cabe destacar que el monitoreo de medios realizado por la Agencia Global de Noticias permite observar que aunque aún persiste esta práctica (15,6% de los textos sobre niñez presentó uno o más términos peyorativos), aunque existe una tendencia progresiva a la disminución de este fenómeno.
El término “menor” es el más usado
Como ya hemos señalado anteriormente en este texto, para una parte importante de nuestra sociedad sigue vigente el paradigma de la situación irregular. Esta visión ha llevado a prácticas violatorias de los derechos de los niños, niñas y adolescentes y ha supuesto incluso abusos y maltratos.
Desde la óptica de la situación irregular el mundo de la niñez está dividido en dos: el de aquellos considerados “menores” y el de los niños y niñas. Los primeros se presentan como una amenaza para la sociedad ya que son los “marginales”, los que están fuera del sistema educativo, los que son explotados y se dedican a la mendicidad para su subsistencia. Los considerados niños y niñas son lo que gozan de una buena posición económica, de una familia que les proporciona cuidados, y tienen acceso a los demás derechos (salud, educación, 1 vivienda, entre otros).
La palabra “menor” es un término eminentemente jurídico y socialmente discriminatorio: se asocia con los que delinquen, con los que sufren de abandono, con los que son excluidos, con los que tienen problemas con las drogas, con los que son víctimas o agentes de violencia. Es por esto que es común encontrar con frecuencia la palabra “menor” en las páginas de Sucesos, Judiciales o Policiales, y no así en otras secciones como la de Sociales.
La sola palabra “menor” configura una serie de ideas peyorativas y discriminatorias hacia los niños y niñas, por lo que los periodistas y la sociedad toda deberían dejar de lado este término, que es el que con más fuerza se presenta entre los utilizados por la prensa paraguaya. los términos adecuados y correctos son: niño, niña o adolescente.
Cuando se debate sobre este término con los periodistas y las periodistas, éstos alegan que la profesión les exige el uso de sinónimos para no repetir siempre la misma palabra. Sin embargo, “menor” aparece reiteradas veces en los textos periodísticos, e inclusive como el único término para hacer referencia a la niñez y la adolescencia.
La creatividad característica del periodismo debería ser puesta en práctica a la hora de buscar alternativas en el lenguaje que permitan cumplir con los requerimientos propios de la tarea, pero a la vez con la responsabilidad del periodista de respetar y tratar con dignidad a este importante grupo poblacional.
Temas de explotación:
Un aspecto que merece especial atención es el del abuso y explotación sexual comercial, donde es posible observar una amplia gama de términos que refuerzan estigmatizaciones que marcan con mucha fuerza la vida de niñas, niños y adolescentes víctimas de estos delitos.
Algunos periodistas hablan en sus notas, por ejemplo, de “prostitución infantil”. Este concepto es incorrecto. Es importante tener claro que cuando se habla de prostitución, se hace referencia a una persona que voluntariamente brinda servicios sexuales a cambio de dinero.
Es por esto que no se puede hablar de prostitución cuando se alude a los niños y niñas, sino de explotación sexual, ya que generalmente en estos casos son los adultos quienes están usándolos y aprovechándose de su vulnerabilidad para su provecho personal. Los niños y niñas que son explotados sexualmente han sufrido diversos tipos de vulneraciones a sus derechos, siendo golpeados por la exclusión, la pobreza, el abandono, el maltrato, el abuso sexual y sobre todo la falta de amor.
Se insta por lo tanto a erradicar el uso de términos como “prostitutas”, “prostitución” o “trabajadoras sexuales” ya que cargan el peso de la responsabilidad en los propios niños y niñas.
Propuestas para periodistas
En cuanto a otros términos peyorativos como “caballo loco”, “ladronzuelo”, “delincuente”, “malandrín”, “vándalo” y tantos otros utilizados a menudo para referirse a los niños y niñas que están en conflicto con la ley, hay que recordar, en primer lugar, que toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario. De hecho, desde una perspectiva de derechos humanos, aunque fueran declarados culpables de un hecho por el sistema judicial, deben ser tratados con dignidad y respeto, más aún si nos referimos a los niños, niñas y adolescentes, que se encuentran en plena etapa de formación.
Con el uso de estas terminologías corremos el riesgo de condicionar su futuro, de condenar a estos niños, niñas y adolescentes a una vida ligada a la delincuencia, sin alcanzar a percibir que gran parte de la responsabilidad ante este tipo de situaciones la tienen los adultos, responsables de garantizar su bienestar y el cumplimiento de sus derechos.
Asimismo, surge con frecuencia el término “niño o niña de la calle” o incluso “niño callejero”, remarcando una supuesta pertenencia a la calle. Hay que recordar que el estar en la calle es algo circunstancial y que estos niños y niñas tienen mayormente familia, duermen en sus casas y hasta van a la escuela. Es por esto que se recomienda en todo caso hablar de niños y niñas en situación de calle o en la vía pública, niños y niñas trabajadores o simplemente niños.
Las personas con discapacidad
Otra situación que a veces no es tratada apropiadamente desde los medios de comunicación es la que se refiere a las personas con discapacidades, tanto físicas como mentales. En vez de utilizar el concepto adecuadamente, algunos periodistas los llaman “personas discapacitadas”, “especiales”, “excepcionales” o “de capacidades diferentes”.
Siguiendo el pensamiento de la organización Escola de Gente, de Brasil, liderada por la periodista Claudia Werneck, quien trabaja desde hace años por la inclusión de personas con discapacidad, estos son términos considerados peyorativos o eufemismos.
Además de denigrar a la persona, estas palabras colocan a la discapacidad como la condición suprema que los caracteriza. Es por eso que el término correcto es el de “personas con discapacidades”, denominación que no disimula ni potencia sus problemas físicos ni mentales.
Es importante tener en cuenta que un lenguaje respetuoso ayuda a construir una imagen con posibilidad de cambio, de transformación de la realidad. En contrapartida, las palabras peyorativas refuerzan estereotipos excluyentes y atentan contra la dignidad de las personas. Sería importante en cada caso plantearnos si seremos capaces de asumir las consecuencias de los imaginarios que reforzamos con el uso de estos términos y del impacto que producen en la vida de los propios niños y niñas.
Enfoque de género
La discriminación de las personas en función de su género es muy común en nuestras sociedades. Generalmente, la niña es doblemente discriminada, por ser niña y por ser mujer, tal como lo afirma la agencia “La Nana”, de Guatemala, en su manual de periodismo8.
En los medios de comunicación es muy común la reproducción de esta práctica. Normalmente las informaciones sobre niñez nombran al “niño” para hacer referencia tanto a los de sexo masculino y femenino, sin considerar que detrás de esto en realidad se está invisibilizando a las niñas, y con ello a gran parte de las problemáticas que afectan especialmente a este sector.
No se analiza de un modo particular el acceso a la educación y la deserción escolar de las niñas, que son quienes dejan mayormente la escuela por presiones económicas, familiares e incluso por el embarazo en la adolescencia. Otros temas que no se abordan son la violencia doméstica, el abuso sexual y el maltrato físico, ya que está demostrado que son las niñas quienes sufren en mayor medida estas agresiones.
Un gran desafío es entonces utilizar los dos géneros, el masculino y el femenino, al elaborar las noticias, y plantear las temáticas que hacen al enfoque de género. Aunque parezca irrelevante, está comprobado el impacto que produce esta incorporación en el lenguaje en la visibilización y consideración de la niña y de la mujer. Recordemos que solo lo que se nombra existe, y lo que no es nombrado, lo no dicho, permanece oculto.
Tratamiento de imágenes
Siempre que los niños y niñas estén involucrados en hechos de violencia o en conflicto con la ley, no hay que publicar sus fotografías ni ningún tipo de dato personal de modo a preservar su identidad, tal como se mencionó anteriormente y en cumplimiento del artículo 29 del Código de la Niñez y la Adolescencia.
En este sentido, cuando hablamos de niños es importante recordar la responsabilidad que deben asumir ante sus actos la familia, la comunidad y el Estado, según lo establece la Convención sobre los Derechos del Niño y las constituciones nacionales con sus artículos determinados.
Por otra parte, el cuidado en el uso de imágenes de niños y niñas también debe ser considerado desde el riesgo de la “revictimización”, es decir de volver a revivir situaciones traumáticas o estigmatizantes.
La recomendación busca también evitar identificar a estas víctimas para que no sean discriminadas en sus comunidades por estos hechos. No se trata de censurar la información, sino de que los periodistas puedan buscar otras formas de divulgar este tipo de sucesos, ya sea hablando con los adultos o autoridades involucradas o entrevistando a especialistas.
El hecho de mostrar las imágenes de niños, niñas o adolescentes víctimas de situaciones traumáticas daña su dignidad y afecta su integridad, pudiendo además ocasionar secuelas insuperables en sus vidas.
Recomendaciones para filmar o fotografiar a niños, niñas y adolescentes:
− No mostrar el rostro de los niños y niñas cuando los datos, imágenes o informaciones amenacen su honor, su reputación o constituyan injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada y en su intimidad familiar.
− Tener el consentimiento del niño o la niña y de un adulto responsable (madre, padre o tutor) antes de filmarlo o fotografiarlo. Recordar siempre, antes de filmar o quitar una fotografía, que el niño, la niña y el adolescente tienen derecho a la intimidad, y no puede pasarse por encima de este derecho.
− Informar con claridad a los niños, niñas y adolescentes sobre por qué y para qué se les fotografía o entrevista.
− Evaluar si la exposición del niño o de la niña para la obtención de imágenes es pertinente y no representará un daño en su vida.
− Evitar estigmatizar a los niños y niñas a través de las imágenes. Por ejemplo, es incorrecto acompañar un titular que hable de “delincuencia juvenil” con la imagen de un niño vendiendo caramelos si éste nada tiene que ver con el acto delictivo se encuentra. Así, se puede mostrar una muñeca rota en lugar de una niña violada, etc.
− Ponerse a la altura de los niños y niñas: metafórica y físicamente, los periodistas y las periodistas pueden colocarse de esta manera para que la persona entrevistada se sienta más segura y hablando con una persona igual a él o ella.
− Proteger la identidad de los niños y niñas que se encuentran en especial situación de vulnerabilidad (víctimas o agentes de violencia, bajo efectos de las drogas, etc.). Algunos programas de televisión utilizan un filtro sobre toda la imagen cuando muestran a niños víctimas de hechos de violencia o en conflicto con la ley. Muchas veces es insuficiente la práctica de tapar solamente los ojos del entrevistado, ya que aún así se lo puede identificar plenamente. Actualmente existen diversos recursos informáticos que permiten resguardar la identidad, por ejemplo distorsionando la voz o recreando los testimonios con actores, aunque, como ya se mencionó anteriormente, es mejor evitar entrevistas en este tipo de situaciones.
− En situaciones de violencia y extrema vulnerabilidad, cuidar también el uso de imágenes de parientes o del entorno del niño, niña o adolescente que puedan facilitar su identificación.
− Tener una actitud sensible y respetuosa al tomar la imagen, recordar que ese niño, niña o adolescente puede ser nuestro hijo o hija, nuestro hermano o hermana o algún ser querido.
Escuchando la voz de los niños y las niñas
Otras formas de acceder a la información serían el testimonio de familiares, reportes de fiscales, defensores, psicólogos u otros expertos, siempre que esto sea pertinente.
Mauri König, periodista brasileño reconocido como “Amigo de la niñez y adolescencia” por la Agencia de Noticias por los derechos de la Infancia (ANdI), de Brasil, afirma al respecto que hay que tratar de no conversar con los niños, niñas y adolescentes que están en proceso de recuperación, tratando de olvidar aquellos traumas.
“Los periodistas no tenemos derecho de poner a un niño o adolescente contra la pared para obtener una linda historia. En cada pregunta que le hacemos le estamos obligando a recordar (…). No tenemos ese derecho, no necesitamos escucharles si podemos tener esa misma historia contada por otra fuente”, expresó en el marco de un taller con periodistas y fuentes de información realizado en Paraguay en 2007.
Guía de recomendaciones para entrevistar:
− Tener el consentimiento del niño o de la niña y de un adulto responsable (madre, padre o tutor) antes de entrevistarlo.
− Hablar primero con un adulto responsable del niño que pueda estar presente durante la entrevista, si el niño o niña así lo desea.
− Explicar claramente al niño en qué consistirá su participación y cómo será utilizada su imagen o sus declaraciones. El niño o la niña deben tener claridad en este sentido y dar su consentimiento al respecto y, dependiendo de la edad, también debería contarse con el consentimiento de un adulto responsable.
− Los niños de mayor edad pueden hablar por sí mismos, pero incluso con los adolescentes los periodistas deben asegurarse de que entiendan correctamente cómo y para qué va a utilizarse el material.
− El nombre o imagen del niño, niña o adolescente puede publicarse cuando éstos no sean víctimas, no se los ponga en peligro y se cuente con la autorización de ellos y de sus padres. Para mayor garantía del medio es aconsejable obtener la autorización por escrito.
− No entrevistarlos ante situaciones que puedan afectar su bienestar y desarrollo, como en los casos en que fueron víctimas de abuso o maltrato.
− Respetar la opinión de ellos, sin ridiculizarla o infantilizarla.
− Realizar las preguntas adecuándolas a la edad y al grado de desarrollo de cada niño o niña.
− Considerarlos e incluirlos como fuentes de información en los diversos temas que hacen a su realidad y que les afectan, y no sólo en situaciones que pueden despertar el morbo o sensacionalismo.
− Evitar cerrar las notas con conclusiones que pretendan poner en un “lenguaje adulto” los aportes de niños y niñas, desvirtuándolos de esta manera.
− Crear el clima adecuado para que el niño, niña o adolescente no esté nervioso o incómodo. Esto puede requerir más tiempo o preparación que con un adulto, pero es imprescindible hacerlo para llegar al resultado óptimo. En este sentido, tal vez sea necesario que primero se familiaricen con las cámaras y otros equipos y se sientan en confianza. Utilizar un tono de voz amable, tranquilo y pausado puede ayudar en este sentido.
− Las preguntas deben ser dirigidas a los mismos niños y niñas, no al adulto. El adulto, por su parte, puede observar, pero no intervenir. Debemos asegurarnos de tener la visión del niño y no del adulto.
− Las preguntas tienen que ser claras y directas y no deben guiar al niño o niña. Es recomendable hacer preguntas abiertas que permitan al niño explayarse, en lugar de preguntas cerradas que los obliguen a responder de una forma particular.
− Es mejor hacer preguntas precisas sobre los hechos antes que indagar sobre las sensaciones experimentadas por el niño. Si él se siente cómodo, voluntariamente revelará sus sentimientos.
− Si el niño, niña o adolescente no entiende las preguntas, hay que repetirlas con otros términos que sean de más fácil comprensión para ellos y ellas. Es importante –al igual que con los adultos– corroborar que se comprendió la pregunta.
− Hay que ser particularmente paciente a la hora de entrevistar a los niños y niñas, respetar sus tiempos, darles confianza. También es importante limitar la duración de la entrevista de acuerdo al desarrollo del niño, niña o adolescente.