“Háblame de tus fuentes. Aprendizajes de 20 reporteros de investigación iberoamericanos, de Luisa García Tellez”, es un libro editado por la Pontificia Universidad Católica del Perú en 2017. La autora entrevista a 20 periodistas de toda la región. Este es solo un fragmento, lo pueden consultar completo en esta liga, completamente gratuito.
CAPÍTULO II
RELATOS QUE COMBATEN LAS DUDAS
«Hay una cosa que no ha cambiado y que a veces me cansa: que me sigo poniendo igual de nerviosa cuando tengo una entrevista, todos los días. Sufro los momentos antes, los minutos antes, sufro siempre», contó la reportera mexicana Alejandra Xanic, ganadora del premio Pulitzer en la categoría de periodismo de investigación en 2013.
Y es que para hablar de la relación con nuestras fuentes, viene bien aceptar este punto cero de la interacción. Sobrellevamos los nervios con más o menos éxito de entrevista a entrevista, pero por lo general siempre están allí. «Ya me estoy acostumbrando, pues llevo veintitantos años de reportera y así va a seguir. Ni modo, así soy».
Desde este punto, buscaremos hacer un recorrido detallado por esta relación, de principio a fin, con las paradas que sean necesarias. Comencemos.
La generación de confianza
Este no es un objetivo que subsista a pasos en falso, y requiere, por lo general, de mucha empatía y cuidado. Desde llegar tarde a la entrevista hasta no enviar un mensaje cuando se aseguró que se haría, pueden ser cosas que mermen la confianza de la fuente. Tanto ella como el periodista tienen siempre intereses por negociar de cada lado, ni buenos ni malos per se, pero sobre los que tendría que prevalecer el interés público. Una tarea nada fácil y cuya responsabilidad asume el reportero.
Cuestión de empatía y personalidad
Quienes conocen a Emilia Díaz-Struck resaltan siempre su carisma y su habilidad para detectar datos tan importantes como poco visibles en un Excel, así como para contrastrarlos en campo. En esta ocasión recordó su reportería durante la investigación «Buhoneros globales comercian sobre el coltán venezolano» (2012) que realizó junto al periodista Joseph Poliszuk, y que publicó en Armando.
Info, medio digital venezolano de periodismo investigativo. Con ese trabajo, ambos reporteros evidenciaron el tráfico del coltán, un mineral esencial para el negocio de las telecomunicaciones y presente en la frontera de su país con Colombia. Este comercio involucraba no solo a mineros ilegales en Amazonas (Venezuela), sino también a los pobladores de la zona, quienes sabían de este secreto a voces.
Hubo todo un proceso, un trabajo que nos tomó todo un año, desde que lo planificamos hasta que lo terminamos.
Al final, entre fuentes vivas y documentales sumamos más de cien fuentes solo en el trabajo que realizamos en Venezuela. En el punto de partida, uno ubica a una fuente, pero no va directamente a ella, ni tampoco ella te habla a la primera vez, sino que existe un proceso (…) y se da el cultivo de la fuente de forma natural.
La reportera explicó el caso de aquellas personas que, si bien recién conoce, sabe que va a tener que contactar repetidas veces:
Hay que generar confianza, ver cómo se va a dar el trabajo, [y explicar] cómo se va a manejar la información, quiénes somos los que estamos haciendo el trabajo. En este caso, fue bueno que fuéramos dos personas, porque unas fuentes sienten más empatía con mujeres y otras la sienten más con hombres, en el mismo proceso cultural. Incluso hay fuentes que simplemente sienten más empatía con uno que con otro [sin importar el sexo]. Entonces ese es un punto a favor en el manejo de las fuentes. En algunos casos íbamos los dos; en otros casos iba él, o al contrario iba yo. Así fue que se logró esa profundidad en el manejo y que tantas fuentes hablasen on the record; también fuentes que pudiesen llevar a documentos.
Desde Buenos Aires, Hugo Alconada, editor de investigaciones especiales del diario La Nación, compartió también una de sus técnicas para facilitar la generación de confianza con una fuente:
Es una cuestión de trato humano, de estar siempre abierto. Y también lo que funciona más, y es algo impresionante, es el tema de las nuevas tecnologías. Yo tengo cuenta de Twitter, de Facebook, tengo un blog, mi e-mail es súper conocido, mi número de teléfono también. Así como vos pudiste ubicarme rápido, también ocurre eso con las fuentes: todos los días tengo una o dos, tres personas nuevas que me van contando de casos nuevos o de casos viejos y me van aportando información. Entonces también es un proceso en el cual cuanto más publicás, más información generás. Es un proceso que se retroalimenta. Supón que querés hablar con ese portero. Quizás él no quiera hablar contigo; pero [lo harán] si vos ya venís escribiendo sobre un caso, e incluso ya apareciste por televisión y saliste en alguna radio (lo cual yo hago mucho por una cuestión de sinergia, de alimentar la sinergia sobre mi trabajo). Como te escuchan en la radio, cuando después vos vas a hablar con una persona, te dice:
«Ah, sí, lo escuché por radio. Un placer hablar con usted. Usted sabe que yo pensaba hablar con usted, porque tenía para contar le algo». Eso genera un círculo virtuoso. Finalmente cuando vas a buscar a ese portero, él te va a decir «Ah, ya, usted es el que apareció ayer en la radio» o «Leí lo que publicó en el diario, pero sabe usted que le falta un dato», «¿En serio me falta un dato? Tomemos un café». Es como un proceso de retroalimentación.
Ese sería en definitiva un buen inicio. Y aunque parezca quizás un golpe de suerte, es más bien el resultado de un trabajo constante. Por su lado, el reconocido periodista peruano Gustavo Gorriti apuntó que la empatía no es la única vía para lograr una buena entrevista:
(…) ha habido circunstancias en las que no ha sido precisamente necesario tener una empatía, en las que se había logrado cierta posición de mucho conocimiento informativo, de buena documentación, etcétera, y en las que esa virtud posicional hizo que la fuente llegara y hablara mucho. En algún caso como una forma de catarsis; en otros casos, para explicar su posición contra lo dicho por otros. Una forma de defensa. Entonces la empatía es importante, pero no es la única manera de lograr que una entrevista rinda buenos resultados.
Y esto nos deja a puertas del siguiente punto.
El estilo confrontativo y su capacidad de allanar el camino
Hugo Alconada, quien planteó la cercanía con el público como facilitador de la relación con la fuente, brindó también un ejemplo de otra forma de abordaje, veamos:
Por lo general cuando veo que una persona me empieza a mentir yo le digo: «Si yo detecto que usted me está mintiendo, yo le garantizo que le voy a partir el pescuezo en el diario». Con lo cual el diálogo es: «Yo no bromeo, espero que usted no bromee conmigo. Yo no le voy a pedir cosas indebidas, espero que usted no se desubique conmigo». Entonces, aunque yo intento generar confianza, muchas veces es una forma de generación desconfianza distinta, ¿sí? «Yo no me voy a hacer tu amigo, yo no soy tu amigo, nunca seré tu amigo. Pero así como yo no quiero jugar con vos, yo espero que vos no juegues conmigo. Y si yo encuentro que vos te estás tratando de hacer el imbécil conmigo, te voy a romper la cabeza. ¿Te queda claro?». El diálogo es: «Yo no juego, no juegues conmigo». Entonces muchas veces, aunque parezca paradójico, te allana el camino y te lo simplifica, porque la gente dice: «¿Sabes qué? No perdamos el tiempo, hagamos lo que tenemos que hacer». Funciona mucho.
El caso de los expertos
El que sigue es un terreno con características particulares y nos aproximaremos a él de la mano de la periodista española Eva Belmonte, quien lideró Medicamentalia, un proyecto sobre la brecha en el acceso a 14 medicamentos esenciales en 61 países y que ganó el Premio Gabriel García Márquez de Periodismo en 2016.
Belmonte contó que los dos primeros meses de trabajo fueron de investigación previa, de lectura de papers y entrevistas con expertos. Buscaron a aquellos que debido a la complejidad de su especialización, difícilmente podían dar un titular en pocos minutos y, por tanto, no solían salir en la prensa diaria. No se trataba, entonces, de personas saturadas por los medios, ni que antes hubieran podido explicar sin apuro los temas técnicos de su dominio: «Todo el que es un experto en una materia agradece mucho que tú le dediques mucho tiempo a investigar sobre lo que ellos saben (…), porque están acostumbrados un poco a ver al periodista como el loco que quiere sacar su sabiduría en veinte minutos y salir corriendo».
La periodista española precisó que fue muy importante el nivel científico de su metodología. Recordó el trabajo con Health Action International (HAI), una organización que trabaja con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y recopila datos de precios de medicamentos con una metodología muy estricta. En las primeras conversaciones los especialistas se mostraron poco receptivos porque no entendían cómo se iba a trabajar un tema tan extenso y complejo:
Pensaban que íbamos a frivolizar, a manejarlo de manera poco rigurosa; y fue genial, con el tiempo, cómo fueron (…) más receptivos con lo que hacíamos. Al final, ellos entendieron que el trabajo que ellos realizan, que es muy importante, si no se explica y no se comunica, no sirve para mucho y no llega a tanta gente.
Existen también otros casos en que tenemos la suerte de contar con un «experto de cabecera», un especialista con alma de buen samaritano que acepta darnos su tiempo de manera constante y recibirnos cuando volvemos con avances y nuevas dudas. Fue la experiencia que tuvo la periodista Carola Fuentes con una de las notables investigaciones que los chilenos le reconocen, el caso de la red de pedofilia llamada Paidos:
Me pidieron que realizara una investigación sobre el abuso sexual infantil, que era un tema que ya se había hecho. Y con el cual yo tampoco tenía ningún interés en particular, pues tenía dos niños chicos en esa época, y me parecía un tema súper difícil, súper duro, e iba a tener que llegar a… Lo proyectaba como un reportaje de entrevistas a padres que me iban a contar sus testimonios, que en verdad son temas que para uno emocionalmente son súper complejos de decir.
En esta investigación conocí a este abogado que se llama Hernán Fernández, que era el abogado de una mujer que estaba tratando que se investigara una denuncia por abuso sexual contra su hija pequeña. Y Hernán también era abogado de dos casos en que nosotros estábamos, de esta madre y de otra familia cuyos hijos habían sido víctimas de un abusador estadounidense, que estaba prófugo de la justicia de su país y se había venido a vivir a Chile con una orden de captura internacional que no se había ejecutado nunca. Se había instalado en un barrio de clase media baja y le daba clases de computación a los niños del barrio. Y los padres sospechaban que en su casa, bajo esta instancia de las clases, había abusado de esos niños.
Hernán era el abogado de estos dos casos, y a quien yo conocí. Pero al conversar, antes y después de las entrevistas con él y con las personas a las que él representaba, me acuerdo que me comentó que a él más que los problemas puntuales que estábamos viendo, más que los casos, a él lo que le preocupaba era lo que estaba pasando con el marco legislativo en Chile.
Había un proyecto de ley en el que él había trabajado y que llevaba mucho tiempo dormido en el Congreso, y que buscaba penalizar la posesión de pornografía infantil, que hasta ese minuto no era penalizada, y también buscaba darle más herramientas a la Policía para investigar. Y en ese minuto la Policía no tenía las herramientas suficientes y dependía de la orden de un juez.
Entonces en estas conversaciones con Hernán, que se fueron repitiendo periodísticamente, yo fui llegando a la conclusión de que en verdad el tema iba mucho más allá de los casos en particular y apuntaba a la ley.
(…) Hernán fue súper generoso en ayudarme en esta investigación: era un tema que estaba muy poco reporteado en Chile, y del cual había muy poca información pública y muy pocos datos. Empezamos a trabajar con algunas fuentes de la Policía y hubo un trabajo más o menos paralelo de investigación. Yo investigaba el caso y podía recurrir a Hernán como fuente, para que chequeara si alguna de las cosas que yo estaba investigando tenían asidero legal o no, o estaban fuera de la ley. Entonces, durante seis meses se fue estableciendo esta relación fuente-periodista, de forma que yo podía llamar o reunirme con él y mostrarle los datos y él me iba encauzando, [diciendo] si yo iba por el camino correcto desde el punto de vista legal, o no.
Fueron meses de ardua investigación, en que el objetivo fue confirmar que habían ubicado al abusador estadounidense que, según el rastreo de una ONG costarricense, era conocido como “Zacarach”; y también determinar si este sujeto había encontrado, en Chile, un centro de impunidad.
En 2015, en el programa televisivo Mentiras Verdaderas, la reportera chilena resumió lo que continuó:
Nosotros, cruzando datos, cruzando imágenes, buscando por aquí y por allá, teníamos la sospecha de que se trataba de este hombre que es Rafael Maureira, que era conductor de un bus escolar y que sospechábamos que podía ser el mismo Zacarach que leíamos en los mails que se compartían en esta red de pedofilia llamada Paidos. Y lo empezamos a seguir sin ninguna certeza de que fuera realmente él.
Lo seguimos, yo te diría, que por más de un mes, de su casa al colegio, del colegio a su casa. [Estábamos] Bien asustados porque decíamos ¿qué pasa si vemos que este gallo, en el camino a su casa, se arranca con uno de estos niñitos?, ¿qué hacemos? Entonces yo había hablado con la Policía y la Policía me había dicho: mira, cualquier chileno podría detener a una persona cuando lo ve en un delito flagrante. Pero esto fue peor de lo que nosotros habíamos esperado. Una tarde, [me llamó] el camarógrafo Raúl Castillo, un hombre maravilloso, súper comprometido y a quien todos los chilenos le debemos realmente que se haya llegado a capturar a Zacarach. Estábamos cada uno en un lugar de Santiago. Me llamó y me dijo: mira, estoy siguiendo a este tipo, se subieron unas personas a la van, y tengo la sensación de que nos vamos fuera de Santiago porque vamos por la carretera La Costa del Sol.
Los siguió, llegaron a Isla Negra. Yo me uní allí y cuando llegamos a unas cabañas que habían arrendado, descubrimos que había unos niños chicos. Y allí lo primero que hicimos fue empezar a llamar a la Policía, a los abogados. El abogado llamó al juez, el juez no le quiso dar una orden de investigar o de detención, tuvimos que esperar hasta el día siguiente. Toda la noche la pasamos pésimo con el equipo que se quedó conmigo en estas cabañas, porque decíamos qué pasa si pasa algo.
Escuchábamos por las paredes teníamos un plan de contingencia. Si había algo sospechoso, le íbamos a tocar la puerta.
Al día siguiente llegó la Policía, y se demoraron un día entero en entrar. Yo estaba desesperada, les decía: entren, entren, entren. Y decían: no tenemos pruebas, no tenemos pruebas, el juez no nos da la orden.
En entrevista para esta investigación, Fuentes recordó el rol clave que tuvo el abogado Hernán Fernández en esos momentos previos a la detención:
Te diría que se formó una relación poco más estrecha en el momento en que seguimos a Zacarach a la playa. Porque al primero que yo llamé fue a Hernán para decirle: «Mira, estoy siguiendo a Rafael Maureira. Estamos en estas cabañas, en este balneario.
Está con dos niños. Yo no sé quiénes son estos dos niños, si son sus hijos, si son sus sobrinos, si están aquí de manera voluntaria, si sus mamás saben o no. ¿Qué hacemos?». Y esto era un día viernes en la noche. Y Hernán, me acuerdo, que estaba en una comida y tuvo una actitud, para mí, súper admirable, porque él se fue a tratar de conseguir una orden con algún juez para que la Policía pudiera detener al Zacarach; lo que le fue súper difícil, pues la ley no permitía detener bajo sospecha. Para mí fue súper admirable. Y reconozco que mi admiración hacia él creció al observar cómo él esa noche fue después a un juez, y siguió al día siguiente en la mañana hasta que consiguió la orden.
La Policía finalmente entró a la cabaña con la orden judicial, descubrieron mucho material de pornografía infantil. Y fue así como se logró la detención de Zacarach y del resto de la red, y la modificación de la ley que hacía de Chile, un paraíso para los pedófilos.
Carola Fuentes mantuvo el contacto con Hernán Fernández. Sin duda, su relación se vio fortalecida por el éxito de este caso. Y sería la base para otro aun más arduo y complejo, el caso de Paul Schaefer, que revisaremos más adelante.