En mayo de 2018, la reportera Alejandra Ibarra Chaoul publicó un reportaje en The New Yorker sobre la orden de deportación en contra del periodista mexicano Emilio Gutiérrez Soto y su hijo Óscar.
Gutiérrez Soto había trabajado durante años para El Diario del Noroeste en Ascensión, Chihuahua, donde solía publicar noticias cotidianas, hasta que un día le tocó entrevistar a las víctimas del asalto a un hotel llamado La Estrella, en Puerto Palomas, otra ciudad chihuahuense.
Las personas le contaron que los criminales estaban vestidos como militares y Gutiérrez Soto así escribió la historia. No esperaba que lo llamara un teniente coronel del Ejército ni que le advirtiera que lo estarían vigilado a él y a su familia, tampoco que tiempo después un grupo de soldados rompiera la puerta de su casa mientras dormía.
En un momento donde crecían cada vez más los asesinatos en el país y los ataques contra periodistas, y en medio de la llamada guerra contra las drogas, Gutiérrez Soto y su hijo decidieron cruzar a Estados Unidos. Al solicitar asilo, las autoridades estadounidenses los detuvieron en centros de migración y los separaron durante varios meses.
Cuando los periodistas escribieron del caso en The New Yorker, Eduardo Beckett uno de los abogados de Gutiérrez Soto, les dijo que seguían luchando por tener acceso a sus archivos periodísticos y documentar su historia, una tarea difícil porque no podían conseguirlos digitalizados en el diario donde trabajaba, ni recolectar historias viejas publicadas, ni artículos importantes para convencer a la justicia de que su vida corría peligro si volvía a México.
La reportera Ibarra Chaoul también buscó. “No encontré jamás sus artículos”, dice en entrevista telefónica.
Vio que lo mismo estaba pasando con los periodistas asesinados. ¿Había un archivo, alguien estaba reservando esos trabajos? Tampoco encontró nada.
México es el país más riesgoso para la prensa en el mundo, de acuerdo con el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés). La organización ARTICLE 19 ha documentado 131 asesinatos de periodistas en México, en posible relación con su labor: 121 hombres y 10 mujeres. Y otras organizaciones como Reporteras en Guardia y Periodistas de a Pie también llevan un registro.
Antes de que desaparezcan
La frustración llevó a Ibarra Chaoul a crear un archivo periodístico para compilar y resguardar el patrimonio periodístico de los comunicadores asesinados, y hacerlo antes de que desaparezca por completo.
Así nació Defensores de la Democracia, con una base de datos que recopila notas, reportajes e informes publicados por decenas de periodistas muertos. Y abarca el periodo desde 2000 hasta la fecha. Es un archivo que documenta, además, dónde nacieron y las circunstancias políticas y sociales al momento de su asesinato.
“Muchos archivos están en internet, pero hay sitios que no existen ya, otros están en redes sociales, otros en casas o en periódicos, algunos desaparecieron por completo”, dice Ibarra Chaoul.
Hubo un caso, el de la periodista María Elizabeth Macías Castro asesinada en Tamaulipas, que después de dos años de investigación solo encontró cuatro tuits.
“Nos estamos perdiendo socialmente de toda una historia de México si no rescatamos esos archivos”, lamenta Ibarra Chaoul. Por eso, dice, es un archivo viviente que se estará actualizando. Hasta ahora tiene publicaciones de 40 periodistas en diversos formatos.
El proyecto lo comenzó a armar después de obtener una “Magic Grant” del Instituto Brown, que destina hasta 150 mil dólares por proyecto y acompañamiento a proyectos de innovación periodística vinculados con las universidades de Columbia y Stanford. Y también por la donación de la pareja Lila Gault y Bill Arp.
“Sin eso no hubiera sido posible”, dice la periodista. Porque detrás de todo el trabajo documental hay un equipo multidisciplinario.
Defensores de la Democracia está diseñado por Tim Robertson y Sonia Chai de Good Digital Culture, e implementado por Jorge Andrade y Angélica Miranda. Y a cargo de la investigación y el trabajo técnico están Monserrat Narváez, Mikhail Yaroshevskiy, Jeff A. López y Shuai Hao.
Una recomendación
—Para otros periodistas que buscan financiamiento para proyectos innovadores, ¿qué consejos les darías?
—Antes de solicitar los fondos estudié mucho las propuestas de las becas anteriores y así fui acotando. La propuesta inicial era ir a los lugares de donde eran los periodistas, grabar ahí y capturar sonidos, hacer videos 360 grados. La intención inicial era capturar la realidad, no pensaba en agregar su trabajo. Pero todo ese contexto ahora se pueda dar a través de los datos.
Tuve un editor que me ayudó a pensar en el proyecto desde una perspectiva periodística. Y me di cuenta de que no podía hacerlo sola, necesitaba de un equipo interdisciplinario: ver a quién podíamos contratar en Mexico, a quién en la universidad [Columbia]. Cómo armar una base de datos, dónde almacenar los trabajos. Diseñar la metodología. Encontrar esos trabajos. Construir el acervo. Diseñar la plataforma, construirla con ayuda de programadores.