“Los gobernadores, caciques del pasado y del presente”: entrevista con Andrew Paxman

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Εn los últimos años nos hemos asombrado de políticos como el exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, un personaje que engloba muchos —quizá todos— de los males en una administración: corrupción, autoritarismo, hechos atroces que tienen que ver con desapariciones, asesinatos, justicia fallida. Y además, mucho cinismo.

A pesar de que México es una democracia, el país transita por “una nueva época de corrupción y en los estados”, donde esos desfalcos de Duarte o la mano dura del exgobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, entre otros muchos gobernadores, son una prueba contundente de que una mayor democracia electoral no necesariamente se traduce en un mayor Estado de derecho.

De esto trata el libro: Los gobernadores, caciques del pasado y del presente, recientemente publicado bajo el sello de Grijalbo. Son doce perfiles: seis de la época posrevolucionaria del “priato” y seis de la época contemporánea, entre ellos Felipe Carrillo Puerto, Maximino Ávila Camacho, Javier Duarte, Alfredo del Mazo. Incluye también un perfil de Andrés Manuel López Obrador, el candidato puntero a la presidencia mexicana.

Los autores son periodistas y académicos que hurgan entre el pasado y el presente para mostrar las raíces de la conducta caciquil y documentan cómo esas prácticas han sido una herencia y un modus operandi en los nuevos gobiernos.

En una entrevista para la Aldea de Periodistas, el coordinador del libro, Andrew Paxman, cuenta más detalles del libro y de cómo fue el proceso de selección y de edición. Paxman es biógrafo, historiador y profesor de periodismo del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). 

“Entre los gobernadores más recientes hay de nuevo un hilo autócrata —muchos no creen en la democracia electoral ni en la rendición de cuentas ni en una prensa libre— y una tendencia de enriquecerse. Estas facetas se han empeorado en los últimos veinte años”, dice Paxman. “La gran paradoja de la democratización mexicana a nivel federal es que ha impulsado la erosión de la democracia a nivel estatal. Básicamente, se ha vuelto mucho más fácil de hacer dinero y de actuar con impunidad”. 

—¿Cómo se hizo la selección de los gobernadores? 

La selección tiene tres antecedentes. Primero: después de escribir la biografía de William Jenkins, me quedé con mucho material sobre un gobernador que fue su cómplice político principal: Maximino Ávila Camacho, gobernador de Puebla en los años 30. Es un personaje que asombra por su carisma, su machismo, su desvío de fondos y su brutalidad, y tenía ganas de revelar más sobre él y el cacicazgo duradero que estableció.

Segundo: en años recientes hemos visto toda una ola de titulares sobre gobernadores, digamos, traviesos, cuyo descarado abuso de su cargo merecía un análisis históricamente basado. Y el que parecía encarnar más que nadie esta tendencia era Javier Duarte.

Y finalmente, tercero: un síntoma del creciente poder de los gobernadores durante los últimos años se vio claramente en el hecho de que, para principios de 2017, hubo cinco exgobernadores que se habían declarado precandidatos en la campaña para presidente: Osorio Chong, Moreno Valle, Eruviel Ávila, Yvonne Ortega y —considerando la Ciudad de México el equivalente de un estado— Andrés Manuel López Obrador. De allí, de cada uno de los seis estados representados por estos cinco, más Duarte, identifiqué a un gobernador llamativo de la época posrevolucionaria, con la idea de que saber algo sobre los antecesores nos podría enseñar algo sobre la cultura y el comportamiento de muchos gobernadores recientes.

Por ejemplo, en Hidalgo en los años 30, Javier Rojo Gómez estableció un estilo de gobernar que incluía el uso eficaz de alquimia electoral, misma que Osorio Chong empleaba como operador político durante su rápido ascenso en el PRI hidalguense. Este es un ejemplo de una cultura política, en este caso muy acarreada, muy poco demócrata. Otro ejemplo: tal y como AMLO experimentaba tensiones con el presidente Vicente Fox cuando jefe de gobierno del entonces Distrito Federal (ahora solo Ciudad de México), Ernesto Uruchurtu experimentó tensiones con Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. Este es un ejemplo de retos no culturales sino estructurales, en este caso la permanente fricción entre el gobierno federal y el de la ciudad más importante del país.

—¿Cuál es el hilo entre los gobernadores posrevolucionarios y los recientes?

Para entender bien a los gobernadores contemporáneos, hay que considerar no solo su propia personalidad sino también la cultura política del gobierno a nivel estatal y los factores estructurales de su entorno. No es suficiente catalogar a Javier Duarte como un monstruo, hay que tomar en cuenta que Veracruz ha tenido una marcada cultura de autoenriquecimiento gubernamental desde los años 30, cuando Miguel Alemán Valdés sentó el precedente de aumentar su fortuna durante su periodo.

También hay hilos laterales. Entre los gobernadores posrevolucionarios había muchos—algunos militares, como Maximino o Gonzalo N. Santos, otros abogados, como Alemán y Javier Rojo Gómez— que pensaban que el uso de la mano dura y la construcción de un sistema político unipartidario fue justificado por las circunstancias violentas de la época. También pensaban que debido a su servicio al país en la Revolución podían aprovecharse del erario.

Entre los gobernadores más recientes hay de nuevo un hilo autócrata —muchos no creen en la democracia electoral ni en la rendición de cuentas ni en una prensa libre— y una tendencia de enriquecerse. Estas facetas se han empeorado en los últimos veinte años, ya que el declive del presidencialismo y la descentralización del país, irónicamente, han favorecido una conducta menos ética y menos demócrata en los estados. Es decir, la gran paradoja de la democratización mexicana a nivel federal es que ha impulsado la erosión de la democracia a nivel estatal. Básicamente, se ha vuelto mucho más fácil de hacer dinero y de actuar con impunidad.

—¿Qué persiste en el tiempo, en México, en estos gobiernos y con estos gobiernos?

Ha persistido un sentido entre los gobernadores de que ellos mismos habitan un dominio moral distinto y por lo tanto no tienen que acatar las reglas. Es una especie de darwinismo social. Gonzalo N. Santos famosamente dijo: “¿La moral? Es un árbol que da moras”. Y en 2008, cuando Emilio González Márquez, gobernador de Jalisco, dijo en público: “A mí lo que algunos poquitos dicen me vale madre”, él estaba expresando un sentimiento parecido: la crítica, los estándares éticos comunes que representan no les importan.

También ha persistido el afán por el dinero fácil y la creencia de que un gobernador, su familia y sus cuates tienen derecho a la dolce vita. Cuando la esposa de Javier Duarte escribió en su diario: “Sí merezco abundancia, sí merezco abundancia”, estaba expresando un sentimiento parecido al refrán de los militares convertidos en políticos de los años 20 y 30: “La Revolución me hará justicia”.

—¿Todos estos caciques son iguales?

No todos los caciques son iguales. Algunos son más violentos, otros más corruptos. Algunos ven la gubernatura como la cima de su carrera, otros (cada vez más, me parece) la ven como un escalón rumbo al gabinete presidencial y luego a Los Pinos. Algunos han sido tachados de caciques, o de autoritarios, pero por nuestra investigación nos dimos cuenta que por mayor parte no lo fueron. Por ejemplo, esto es la conclusión a que llega Guillermo Osorno en su perfil de AMLO.

—¿Cómo fue el trabajo de archivo, de reporteo, de investigación?, ¿qué puede destacar que sea de ayuda o modelo para el trabajo periodístico?

Con un par de excepciones, recluté a historiadores para escribir los perfiles posrevolucionarios y a periodistas para escribir los perfiles recientes. La mayoría de los historiadores incorporaban investigación archivística. Los reporteros dependían de una mezcla de fuentes publicadas y sus propias entrevistas. Les animé a buscar datos duros sobre gasto público, índices sociales, etcétera. Les animé a considerar que aún los gobernadores más despreciados tienen sus aciertos y sus logros. Les animé a sintetizar su información y evitar la transcripción de entrevistas al estilo de Proceso, que siempre me ha parecido un periodismo perezoso. Y les animé a estar en contacto con los historiadores respectivos, para estar enterados de posibles continuidades entre los gobernadores posrevolucionarios y los recientes.

En cuanto al estilo del libro, la idea básica que yo tenía era la de acercar a los dos grupos de escritores en cuanto a sus respectivas maneras de escribir. Quise que los historiadores adoptaran un estilo más narrativo y anecdótico, menos seco que se acostumbra emplear en la academia, y que los periodistas usaran un estilo más riguroso, respaldado por perspectivas distintas, cifras comprobadas y notas a pie de página. También quise que trataran a sus sujetos como seres humanos, no como monstruos. Las secciones sobre la infancia y adolescencia de Moreno Valle, Javier Duarte y Osorio Chong son excelentes ejemplos de lo que yo anhelaba ver.

—¿Qué de todo esto que se perfila en el libro no se cuenta en la prensa diaria?

No digo que cada perfil ofrece grandes revelaciones. Pero sí ofrecen el tipo de reportaje extendido y profundo, de 10,000 palabras cada uno, que rara vez se ve en la prensa mexicana, aún en las revistas y los mejores portales. Esto permite al lector ver al sujeto desde muchas perspectivas, con cada episodio visto en su contexto, con una variedad de opiniones expresadas y con una objetividad ausente de la cobertura de ciertos medios conocidos.

Lamentablemente la prensa diaria nacional se ha vuelto sumisa en los últimos diez años, desde que Calderón y luego Peña Nieto aumentaron por mucho el gasto federal en publicidad. Propició un mayor grado de autocensura en la prensa capitalina. Hay honorables excepciones, entre ellos varios portales, como Horizontal, Arena Pública y Animal Político. En los estados, las excepciones son menos frecuentes. Duarte cultivaba un ambiente de miedo entre la prensa veracruzana, fomentando una cultura de impunidad que ha contribuido al asesinato de una docena de periodistas.

Moreno Valle era —y sigue siendo— famosamente controlador de la prensa poblana. Hay 15 diarios en la ciudad de Puebla y solo tres se atreven a criticarlo: a él o a su títere, el vigente gobernador Toni Gali; o a su esposa Martha Erika, que hoy está compitiendo para la gubernatura de Puebla.

—¿Usted editó el libro? 

Sí. Y hubo un trabajo riguroso de edición. Cada perfil escrito por un académico fue dictaminado por un tercero, sin que ni el escritor ni el dictaminador supieran la identidad del otro. Todos los perfiles pasaron por una etapa cuidadosa de edición, con recortes, sugerencias de adiciones y docenas de preguntas por mi parte. En un caso hice 88 preguntas y sugerencias. Varios capítulos pasaron por dos versiones antes de llegar a la versión final. A mi juicio, existen demasiados libros coordinados en donde el coordinador no se ha molestado a editar nada.

Por cierto, como digo al final de la introducción del libro, estoy consciente de que este solo abarca una parte del país y que brillan por su ausencia Nuevo León y otros importantes estados norteños. Esta exclusión se debe en parte a que sus tradiciones de gobierno han sido marcadas por factores claves que no se aplican, o aplican poco, en el resto de México: su cercanía a Estados Unidos; una experiencia distintiva de la Revolución; una reñida rivalidad entre el PRI y el PAN que precede la alternancia a nivel federal; y la presencia corrosiva del narcotráfico. En un futuro no lejano espero poder coordinar una secuela: Los gobernadores del norte

 


Contenido: Los gobernadores, caciques del pasado y del presente:
-Introducción de Andrew Paxman.
México
-Isidro Fabela y Alfredo del Mazo Vélez, PRM/PRI, 1942-51 – Álvaro Arreola Ayala, UNAM; autor de La sucesión en la gubernatura del Estado de México.
-Eruviel Ávila, PRI, 2011-17 – Lydiette Carrión, freelance (El Universal, etc.).
Puebla
-Maximino Ávila Camacho, PNR/PRM, 1937-41 – Andrew Paxman, CIDE; coautor de El Tigre y autor de En busca del señor Jenkins.
-Rafael Moreno Valle, PAN, 2011-17 – Ernesto Aroche Aguilar; reportero, Animal Político, y codirector de Lado B (Puebla).
Hidalgo
-Javier Rojo Gómez, PNR/PRM, 1937-40 – Tonatiuh Herrera Gutiérrez, Fundación Arturo Herrera Cabañas; autor, Los perros del mundo.
Miguel Osorio Chong, PRI, 2005-11 – Pablo Vargas González, UACM.
Veracruz
-Miguel Alemán Valdés, PNR/PRM, 1936-39 – Ryan M. Alexander, SUNY-Plattsburgh; autor de Sons of the Mexican Revolution: Miguel Alemán and His Generation.
-Javier Duarte, PRI, 2010-16 – Daniela Pastrana, freelance/Periodistas de a Pie.
Yucatán
-Felipe Carrillo Puerto, PSS, 1922-24 – Luis de Pablo Hammeken, UAM Cuajimalpa.
-Víctor Cervera Pacheco y Ivonne Ortega Pacheco, PRI, 1984-1988, 1995-2001, 2007-2012 – Wilbert Torre Ramírez; autor, El despido y El expediente mexicano.
Distrito Federal
-Ernesto P. Uruchurtu, PRI, 1952-66 – José Galindo, Universidad Veracruzana.
-Andrés Manuel López Obrador, PRD, 2000-2005 – Guillermo Osorno; autor, Tengo que morir todas las noches; DG, Horizontal.
-Epílogo de Jorge Javier Romero, UAM-Xochimilco.

〈      Un pinche muerto más o menos no me va a quitar el sueño 〉〉.

— Gonzalo N. Santos, gobernador de San Luis Potosí, 1943-1949.