“Después de la guerra: otra Medellín”

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NOTA.- Los siguientes son fragmentos de un artículo que presenta los resultados del Laboratorio de comunicación, memoria y territorio que se llevó a cabo en la vereda La Loma, ubicada en el corregimiento de San Cristóbal, de Medellín, en el marco de la investigación Medellín ¡Basta Ya! Memoria Histórica de violencias en el marco del conflicto armado en la ciudad de Medellín 1980-2013.  El artículo fue publicado en la Revista Signo y Pensamiento de la Universidad Pontificia Javeriana, el título: “Después de la guerra: otra Medellín. Ciudadanías comunicativas, apropiación urbana y resignificación de espacios públicos en clave de memoria y posconflicto”.

Por Camilo Tamayo Gómez y Daniela Navarro Bohórquez

Introducción
¿El ser humano es más grande que la guerra? Svetlana Alexiévich argumenta que sí. Y Medellín, ciudad que se ha posicionado como una de las más violentas del mundo por su alta tasa de homicidios (Giraldo, 2008; Duncan y Eslava, 2015), también lo demuestra: durante y después de la guerra, las víctimas lograron restaurar, genuinamente, sus territorios, y de múltiples maneras generaron procesos de solidaridad, reconocimiento y reconstrucción del tejido social. Este escrito se centra en las acciones de ciudadanías comunicativas —concepto que definiremos más adelante— que fueron llevadas a cabo por actores de la sociedad civil como mecanismos privilegiados útiles para generar procesos de restauración social y comunicativa en contextos marcados por altos índices de violencia. El caso de estudio que aborda el presente texto es el de la vereda La Loma —ubicada en el corregimiento de San Cristóbal en Medellín, Colombia—, en donde se han generado procesos de (re)construcción de memoria colectiva; de apropiación y resignificación de espacios urbanos, y de inclusión social y reconocimiento de las diferencias, enmarcados en escenarios de conflicto armado.

Las preguntas que guían este ejercicio académico son: ¿cuáles son los procesos de ciudadanías comunicativas que se han desarrollado en Medellín para recuperar las narrativas no oficiales de las prácticas de memoria pública urbana que se entrelazan con los procesos de conflicto y posconflicto? ¿Qué potencial político tienen estas prácticas sociales en la creación de espacios públicos que funcionan como sitios para la multiplicidad, la contestación y la participación de diversos actores sociales con miras a resignificar la ciudad en procesos de posconflicto? ¿Cómo se construyen y reconstruyen las historias de conflicto y violencia que se localizan y marcan en el espacio público urbano?

Así, el propósito central del presente estudio es demostrar que, para este contexto en particular, los diferentes modos de ciudadanías comunicativas que han sido llevados a cabo por ciertos sectores de la sociedad civil, han ido más allá de lo que es recordado o reconocido colectivamente en el espacio público (sitios, lugares, datos, hechos), y se centran más en cómo todo ello es conmemorado, apropiado y examinado (calidad y significado de estas acciones de ciudadanías comunicativas en la esfera pública, los usos de metáforas, símbolos, íconos). El argumento principal aquí es que estos modos de ciudadanías comunicativas se instrumentalizan con el fin de construir una memoria colectiva y de garantizar la participación de los grupos de la sociedad civil en torno a las ideas de conflicto y posconflicto, con el ánimo de democratizar la esfera pública en contextos de pugna y tensión.

Así mismo, se pretende enfatizar en la idea de que la producción de narrativas de memorias locales por parte de grupos subalternos de la sociedad pone de relieve la importancia de la construcción de diversos modos de recordar en contextos frágiles, de conflicto y posconflicto, así como de formas ‘más fiables’ para la reconstrucción del pasado en las que la sociedad civil está en el centro de la dinámica social. Este escrito se encuentra dividido en tres secciones. En la primera se hace una aproximación al campo de las ciudadanías comunicativas, el cual es el referente teórico y analítico utilizado para abordar el estudio del caso particular, que se organiza en torno a la relación comunicación-territorio memoria. Además, en esa sección se discuten las nociones de historia, memoria histórica y memoria colectiva, con el ánimo de definir que en este documento no se hablará de la historia o de la memoria histórica, como relato único oficial, sino de memorias colectivas (provenientes de grupos subalternos, en este caso) que están en constante pugna por el sentido y la significación social.

La segunda sección centra su mirada en indagar —desde el enfoque de las ciudadanías comunicativas— algunos ejemplos de resignificación de espacios públicos en la ciudad de Medellín; acciones llevadas a cabo por diversos actores de la sociedad civil. A partir de una aproximación descriptiva, se busca hacer visible el contexto estructural en el cual nuestro estudio de caso interactúa y se relaciona con otros referentes de la ciudad. Igualmente, esta segunda parte presenta los resultados del análisis de caso que fue ejecutado para examinar las acciones de ciudadanías comunicativas que los habitantes del barrio La Loma han venido produciendo en los últimos años para generar procesos de construcción de memoria colectiva; apropiación en espacios urbanos, e inclusión y reconocimiento de la diferencia desde sus propias subjetividades y estéticas. Finalmente, la tercera sección de este documento presenta las conclusiones alcanzadas para este ejercicio.

Vale la pena anotar que este manuscrito hace visibles los resultados de un proceso de investigación-acción-participación llevado a cabo por el Laboratorio de comunicación, memoria y territorio de la Escuela de Humanidades de la Universidad EAFIT, durante los años 2015 y 2016, en el marco del informe de memoria histórica Medellín ¡Basta Ya! Memoria Histórica de violencias en el marco del conflicto armado en la ciudad de Medellín 1980-2013.

 

Medellín: territorio, crimen y comunidad

En primera instancia, es necesario hacer un acercamiento al escenario de Medellín en medio del conflicto armado. Es abundante la literatura académica que analiza los procesos de conflicto armado, crimen, territorio y comunidad que ha experimentado esta ciudad en las últimas tres décadas (Giraldo, 2008; Angarita, 2008; Blair, Grisales y Muñoz, 2009; Corpovisionarios, 2013; Giraldo, Rendón y Duncan, 2014; Duncan y Eslava, 2015).

Fundamentalmente, se pueden presentar tres tesis. La primera argumenta que la ciudad de Medellín ha sido un territorio en donde se han llevado a cabo todos los repertorios posibles
de violencia en el marco del conflicto armado colombiano y del tráfico ilegal de estupefacientes a pequeña, mediana y grande escala (Giraldo, 2008; Giraldo, Rendón y Duncan, 2014). Por esta razón, fenómenos como el sicariato, las masacres, las amenazas, los desplazamientos forzados, el homicidio, la extorsión o la detonación de artefactos explosivos de alto y bajo poder en espacios públicos han sido factores determinantes para la configuración del territorio de la ciudad y de su orden social en los últimos treinta años.

La segunda tesis afirma que el territorio físico de Medellín se ha alterado estructuralmente gracias a las dinámicas de violencia, crimen, exclusión y pobreza que tienen lugar en la ciudad.

Barrios ilegales; barrios de invasión; barrios mixtos (compuestos por comunidades pertenecientes a barrios legales y barrios de invasión con su consecuente mezcla de realidades criminales y comunitarias); tierras de nadie (espacios físicos en el centro de la ciudad donde tienen asiento pequeños criminales y personas en situación de calle que fueron expulsados de otros lugares de la ciudad y que son controlados por mafias que regulan el orden social), o plazas de distribución de drogas y micro-tráfico (barrios legales que por su historia son controlados por bandas criminales que cuidan que ningún competidor incursione en sus territorios físicos de distribución de estupefacientes) son solo algunos ejemplos de estas alteraciones físicas, territoriales y simbólicas, que han derivado en múltiples dinámicas de violencia para la ciudad, en particular relacionadas con la cultura mafiosa y el narcotráfico (Giraldo, Rendón y Duncan, 2014; Duncan y Eslava, 2015).

La tercera tesis asevera que en relación con la disposición que es útil para la acción colectiva,  por parte de la sociedad civil, esta se demuestra como poco frecuente, debido, entre otras cosas, a que en la gran mayoría de los casos los habitantes de Medellín recurren a terceros para mediar o resolver sus conflictos, manifestando un temor explícito a la reacción del otro. En otras palabras, se puede argumentar que la eficacia colectiva cuenta con bajos niveles de agenciamiento, en tanto que la resolución de los conflictos comunales ha sido apropiada por actores armados que insertan en las reglas informales de las comunidades la impartición
de justicia privada inmediata y coactiva (Blair, Grisales y Muñoz, 2009; Corpovisionarios, 2013).

Así, de acuerdo con esta tesis, la confianza y la solidaridad se encuentran solidificadas hacia adentro, hacia el mundo de lo privado y de las relaciones cara a cara del ámbito familiar, y se dirigen hacia lo público, abriendo una ventana de oportunidad para el ingreso de actores coercitivos —legales e ilegales— que permiten mediar y litigar conflictos sociales; impartir castigos, o administrar justicia (Duncan y Eslava, 2015).

Ciudadanías comunicativas y resignificación de espacios públicos en Medellín

Al dar una mirada comparativa a las tres tesis contemporáneas para analizar los procesos de conflicto armado, crimen, territorio y comunidad en Medellín, sobresale un elemento común: la pregunta sobre cómo el espacio público se ha ido resignificando por causa de las dinámicas de violencia y conflicto armado presentes en la ciudad.

Es importante señalar que dicha resignificación pasa igualmente por los sentidos de apropiación colectiva de la ciudad que realizan diversos actores de la sociedad civil, los cuales catalizan procesos de construcción de memoria colectiva, bajo una perspectiva social, histórica y cultural del territorio, al igual que desde diferentes puntos de vista y subjetividades. Así las cosas, la categoría de memoria colectiva es crucial para entender las acciones heterogéneas de determinadas ciudadanías comunicativas que actores subalternos de la ciudad realizan con el ánimo de construir historias no oficiales sobre las dinámicas de la violencia y el conflicto armado de la ciudad para estos últimos treinta años.

En este contexto, la categoría de memoria colectiva hace manifiesto el papel que ciudadanos y organizaciones de la sociedad civil han asumido para construir otras significaciones de espacios, relatos y valores que aborden la relación existente entre el poder simbólico, la configuración-apropiación del territorio, y la construcción de regímenes de memoria visibilidad para la ciudad.

Como resultado, este proceso social de construcción de memoria colectiva se convierte —gracias a la resignificación de espacios públicos de esta ciudad de Colombia— en un interesante ejemplo de la lucha por el poder simbólico y cultural, así como del ejercicio de este poder en la esfera pública, que permite dar forma a representaciones colectivas y significados del pasado, las cuales crean importantes conexiones con la creación de subjetividades, narrativas y valores para el presente.

La importancia de conocer y entender estas acciones de ciudadanías comunicativas, para este contexto, consiste en que pueden ser una clave interesante para la comprensión en términos holísticos de cómo se resignifican lugares en el espacio público; espacios que exteriorizan los procesos de identificación, negación, aceptación, contestación o remembranza de las dinámicas e impactos del conflicto armado y la violencia para Medellín desde narrativas no oficiales.

Las particulares acciones de ciudadanías comunicativas que se han podido identificar en los últimos quince años, que buscan resignificar los espacios públicos de la ciudad de Medellín en clave de conflicto y posconflicto, son los murales participativos, las esculturas, los altares en espacios públicos y los plantones colectivos. Estas acciones ponen de relieve, principalmente, las relaciones existentes entre las construcciones de memoria colectiva, que son vistas desde una perspectiva sociocultural y de acuerdo con los procesos de edificación de la identidad, la pertenencia social y la política en contextos de conflicto armado y violencia.

Los murales participativos toman parte en un doble proceso de resignificación de espacios públicos en la ciudad de Medellín. Por una parte, estas construcciones pictográficas hacen visibles hechos criminales ocurridos en el pasado, con el ánimo de dignificar y reconocer a las víctimas de tales actos violentos, en el espacio público donde ocurrieron dichos sucesos delictivos. Por otro lado, estas expresiones estéticas permiten el surgimiento de una relación entre los valores de la memoria colectiva y los de la vida democrática pues, debido a los sentimientos de remembranza que generan estos pictogramas, las víctimas logran obtener una voz en el espacio público, ampliando la construcción de pluralidades de recuerdos en expansión en la esfera pública de la ciudad. Estos murales toman el nombre de participativos, debido a que en su elaboración siempre participan diferentes grupos representativos de la sociedad, especialmente víctimas, y además se utilizan diversos recursos expresivos para evocar las subjetividades de las víctimas.

Las esculturas son recursos expresivos que se han venido utilizando en la ciudad de Medellín desde la década de los noventa, con el ánimo de realizar diferentes apropiaciones simbólicas de los espacios públicos en donde han ocurrido hechos de violencia; sucesos que han dejado un número muy alto de víctimas.

Un ejemplo muy representativo para la ciudad es la escultura El Pájaro, representación que se encuentra ubicada en el parque San Antonio, en el centro de la ciudad. Esta escultura muestra dos pájaros elaborados en bronce por Fernando Botero. El pájaro que se encuentra ubicado a la izquierda fue utilizado para activar una bomba en junio de 1995. En el momento de presentarse la detonación de los 15 kilos de dinamita que instalaron al interior de esta escultura, gran cantidad de tornillos y tuercas volaron en todas las direcciones del parque, provocando la muerte a veinte personas y dejando heridas a más de 120. El pájaro que se encuentra a la derecha es la escultura que Fernando Botero donó a la ciudad meses después de ocurrida la explosión. Los habitantes del sector decidieron dejar las dos esculturas en el mismo espacio público para hacer visibles los hechos ocurridos y crear comunidades de memoria (Whitehead, 2009; Arnold de Simine y Radstone, 2013) alrededor de las víctimas de este suceso.

Los altares que han sido elaborados en espacios públicos de la ciudad, son ejemplos de apropiaciones expresivas, individuales y colectivas, de espacios públicos de interacción social, fundados desde las subjetividades que provocan la religión y la fe católica para este contexto en particular. Principalmente, estos altares tienen como objetivo generar procesos de recordación, conmemoración y remembranza en público, que aluden a víctimas de hechos violentos mediante objetos que instrumentaliza la religión católica para honrar a las personas fallecidas.

Los altares buscan que los lugares públicos en donde ocurrieron hechos violentos se resignifiquen y transformen espacios de adoración o peregrinación, apelando con ello a la  figura del mártir que ha sido construida por la iglesia católica para revalorar positivamente las acciones de un individuo que ha muerto por sus creencias.

Los plantones son acciones colectivas expresivas que asociaciones de la sociedad civil y de víctimas de la ciudad —como las Madres de la Candelaria— realizan cada semana para apropiarse del espacio público y exigir la obediencia a diferentes causas civilistas en el marco de las dinámicas del conflicto armado colombiano. Desde el regreso de las personas que se encuentran secuestradas o desaparecidas por algún grupo armado, tanto legal como ilegal, o la exigencia de respeto a los derechos humanos de la sociedad civil en medio de la confrontación armada, hasta el apoyo a una salida negociada al conflicto armado, en donde la verdad, la justicia y la reparación están en el centro de las negociaciones políticas.

En el marco de estos cuatro ejemplos de acciones de ciudadanías comunicativas que resignifican los espacios públicos de la ciudad de Medellín, sobresalen tres elementos:

i) cómo estas dimensiones expresivas de la acción colectiva hacen posible la construcción de diversos puntos de vista en la esfera pública, creando comunidades de memoria (Whitehead, 2009; Arnold de Simine y Radstone, 2013) alrededor de hechos de violencia ocurridos en el territorio, y promoviendo narrativas civilistas para luchar por el reconocimiento simbólico de las víctimas en el ámbito público;

ii) estas manifestaciones de ciudadanías comunicativas denotan procesos de construcción de memoria colectiva, sucesiones en las que la sociedad civil construye activamente las relaciones culturales traumáticas directas e indirectas que le corresponden a su pasado y su presente;

iii) las interacciones que se establecen entre la resignificación de espacios públicos y las acciones de ciudadanías comunicativas moldean tres tipos de memorias que, para este contexto, se desarrollan en clave de conflicto y posconflicto: las memorias comunicativas, recuerdos de las personas que solo se comparten con un entorno inmediato, como por ejemplo los altares; las memorias políticas, que son actos organizados colectivamente para hacer ritos públicos de conmemoración, como por ejemplo los plantones colectivos, y las memorias culturales, que coinciden con articulaciones y representaciones de la memoria que, alineadas en diferentes espacios físicos de la ciudad, son idóneas para archivar, redescubrir o reinterpretar hechos del pasado y del presente, de manera que se manifiestan en representaciones como esculturas y murales.

Barrio La Loma