Después de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, el asesinato de seis personas y el saldo de heridos en la confusa noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, un grupo de periodistas comenzó a buscarse de manera espontánea. No estaban conformes con las declaraciones oficiales ni con la cobertura generalista. Dudaban, querían saber más.
“En ese momento todavía no entendíamos bien qué era lo que había pasado, Guerrero es una de las zonas más pobres y Ayotzinapa está en la zona rural del país. No sabíamos qué había sucedido con los chicos desaparecidos y por qué habían asesinado a los demás”, dice en entrevista Nadia Sanders, una reportera y editora independiente que ha trabajado en Reforma, CNNMéxico y México.com.
Otra periodista, Diana Amador, la había buscado con la misma inquietud: “Nosotros queríamos saber quiénes eran antes de ser los 43 de Ayotzinapa, qué los había motivado a entrar a la normal y cuál era la historia en sus comunidades y en sus familias”, dice Amador. Así conoció a Mónica Ocampo y juntas organizaron el enorme trabajo colaborativo: más de medio centenar de periodistas reporteando y escribiendo 43 perfiles en tiempo presente y haciendo memoria de los tres estudiantes asesinados.
Había reporteros con pocos años de haber terminado la universidad, otros con más experiencia; unos eran de medios fijos y otros eran periodistas independientes. Pero todos desconfiaban de la versión gubernamental que sostenía que a los 43 estudiantes los habían arrojado al fuego en un basurero y sus cenizas las habían echado a un río.
Hicieron asambleas y armaron pequeños grupos para hacer los viajes a Ayotzinapa, la escuela normal enclavada en medio de cerros sobre una carretera que conduce a la ciudad de Chilpancingo, la capital de Guerrero. Una parte de los reporteros no había tenido experiencia entrevistando a familiares de víctimas de desaparecidos, otra parte nunca había estado en Guerrero.
“Fue un aprendizaje bastante extensivo”, dice Amador, quien reporteó sobre la parte histórica de Ayotzinapa y el proceso de formación en las normales rurales.
“Los periodistas estamos dispuestos a hacer las cosas que queremos en los días libres o sin que nos paguen, quizá es parte de la precarización laboral, pero me da esperanza saber que hay gente dispuesta a contar las otras historias que creen que valen la pena”.
Los sumó la voluntad, cada viaje lo hicieron con sus propios recursos.
“Después del anuncio de que los habían quemado recuerdo que hasta nauseas me dieron, pero creo que siempre que tienes esas emociones lo mejor es transformarlas en una acción creativa o en algo que incida”, dice Sanders.
Sin un medio o alguna organización civil que los respaldara y sin haber pactado con alguna editorial previamente, los periodistas formaron el colectivo Marchando con Letras.
Más de 50 periodistas
Un año después de la desaparición de los 43 estudiantes publicaron la primera edición del libro “La Travesía de las Tortugas” con el sello editorial de la revista Proceso. Ayotzinapa es un vocablo náhuatl que significa “el lugar de las tortugas”.
A cinco años de los hechos, estrenan una nueva edición con un prólogo del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, la organización civil que acompaña a las familias de las víctimas. El libro incluye una cronología desde la noche del 26 de septiembre hasta mediados de 2019.
“Algunos hicieron álbumes de música, discos descargables vendibles cuyas ganancias se van a la cuenta bancaria de los padres de los estudiantes. Nosotros hicimos un libro”, dice Sanders.
Los textos narran la vida de los estudiantes desaparecidos y de sus familias.
Sanders, por ejemplo, escribió el perfil del alumno José Antonio Navarrete González, originario de Tixtla, la localidad donde está la normal de Ayotzinapa. Se trata de un chico que puso un gran esfuerzo en la preparatoria para lograr entrar a la normal. Como casi todos los muchachos de su edad, cuando ingresó a la escuela tenía una novia.
El papá de José Antonio, Emiliano Navarrete, ha formado parte de las brigadas de búsqueda desde un inicio. Primero en Guerrero, en cerros, ríos, en fosas clandestinas. Luego por todo el país, después más allá de las fronteras.
Algunos padres nunca habían salido de sus localidades antes de lanzarse a buscar a sus hijos, el señor Navarrete sí, fue migrante y construyó su casa con las remesas que enviaba a su familia.
Los relatos cuentan de qué comunidades son los normalistas, qué querían ser cuando eran pequeños, qué les gusta. Algunos nacieron en la sierra, algunos hablaban más su lengua indígena que el castellano cuando entraron a Ayotzinapa.
Un capítulo del libro está dedicado a los alumnos que fueron asesinados aquella noche en la ciudad de Iguala, a unos 130 kilómetros de su escuela.
“Queríamos reflejar que son 43 chamacos con sueños, ilusiones, talentosísimos, algunos autodidactas que aprendieron computación o guitarra por sí mismos. Destacamos eso porque queremos que la gente ser acerque a ver quiénes son y les toque esa parte humana, que no sean nada más una cifra”, dice Sanders.
Recuperar la voz perdida
El periodista Juan Omar Fierro es otro de los integrantes del colectivo, trabaja en el sitio informativo Aristegui Noticias. Fierro escribió sobre José Ángel Campos, un chico que antes de ser estudiante había sido campesino y rescatista. Cuando el huracán Manuel afectó severamente el estado de Guerrero en el año 2013, ahí estuvo José Ángel para salvar a otros con una lancha.
Fierro dice que pasó varios fines de semana con la familia de José Ángel para convivir con ellos y hablar de esas cosas que solo se hablan con la permanencia y cuando ya se ha generado una confianza.
El periodista pone foco en la importancia de conocer a las familias de los estudiantes, mamás, papás, esposas, hijos, hijas que se han enfermado o han perdido su patrimonio en los últimos cinco años. “Unos tenían animalitos de granja”, dice Fierro. La familia de José Ángel ha tenido que vender vacas y parte de sus cosechas para financiar la búsqueda. “Se dice que de qué viven los padres, pues de rematar sus bienes”.
José Ángel está casado y tenía una hija de tres meses cuando lo desaparecieron, es el mayor de todos los estudiantes.
La importancia de manejar las emociones es uno de los aprendizajes de Fierro.
“La experiencia fue muy fuerte”, comenta Fierro sobre el trabajo de reporteo y la convivencia con la familia del estudiante José Ángel. Antes había cubierto la Caravana del dolor, encabezada por el poeta Javier Sicilia en 2011, pero dice que le costó mucho hablarlo. “Cada vez que hablaba de la caravana lloraba, me invitaron a participar en un libro y no pude”, cuenta el periodista. “Me parecía importante recuperar la historia de los normalistas y recuperar esa voz perdida. Me permitió confrontar esa parte que en 2011 había perdido y aprender cómo un periodista puede manejarse ante el dolor”.
Poner los egos a un lado
Al medio centenar de reporteros escribiendo los perfiles se sumaron también fotorperiodistas. Nadia Sanders dice que una de las enseñanzas más grandes en el proyecto fue dejar a un lado los protagonismos.
“Los periodistas tenemos un ego grandísimo y me pareció fabuloso que pudiéramos poner ese ego a un lado para hacer un trabajo en conjunto, el libro salió”, dice la periodista. Salió y van en la segunda edición, las regalías seguirán siendo repartidas entre las familias de los estudiantes.
Diana Amador fue una de las tres editoras y opina algo similar: “A todos los periodistas nos falta un poco de humildad, desde la edición hasta aprender a ceder en algunas cosas cuando estás trabajando en equipo. Yo aprendí a negociar desde la humildad, porque no siempre tienes la razón, alguien podrá tener una idea mejor que tú y hay que irse por esa”.
“Por más experiencia que tenga un periodista siempre necesita aceptar la mirada del otro, un otro que hace un trabajo para enriquecer el tuyo”.
Además de Amador, Sanders y Fierro, son coautores del libro José Luis Tapia, Emiliano Ruiz Parra, Carlos Acuña, Tania Montalvo, Mariel Ibarra, Humberto Padgett, Patricia Sotelo, Tanya Guerrero, Olivier Pavón, África Barrales, Melissa del Pozo, Alejandro Caballero, Ixchel Cisneros, Luisa Cantú, Vania Pigeonutt, Alejandro Saldívar, Nayeli Roldán, Ángel Gabriel Álvarez, Arturo de Dios, Vanessa Job, Adriana Esthela Flores, Tatiana Maillard, Andrea Mireille, entre otros.
Los fotoperiodistas Pedro Pardo y Héctor Guerrero coordinaron el contenido gráfico.
La búsqueda de los 43 desparecidos en México continúa después de cinco años: la nueva administración encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador prometió que la investigación judicial tendría otro rumbo. Hasta ahora más de la mitad de los detenidos han ido quedando libres. Uno de los grandes pendientes es investigar al Ejército, opinan los autores de este libro consultados, saber cuál fue el rol de los militares en la zona aquella noche de Iguala.
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