El viernes 26 de junio del 2020, a las 6:38 a.m., un comando intentó asesinar al secretario de seguridad ciudadana de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, en el cruce de Sierra Madre y la Avenida Paseo de la Reforma, en la exclusiva zona de Las Lomas. Él salvó la vida pero murieron dos de sus escoltas y una comerciante de 26 años llamada Gabriela Gómez, que se dirigía al puesto donde vendía quesadillas con su familia.
Tres horas después, desde el hospital, García Harfuch escribió en su cuenta de Twitter: “Esta mañana fuimos cobardemente atacados por el CJNG, dos compañeros y amigos míos perdieron la vida, tengo tres impactos de bala y varias esquirlas. Nuestra nación tiene que continuar haciéndole frente a la cobarde delincuencia organizada. Continuaremos trabajando”.
Después de eso, una mayoría de medios de comunicación había replicado el tuit sin ponerlo en duda su contenido, respondiendo más a la inmediatez, sin mostrar una serie de circunstancias a los lectores para una mejor comprensión de la noticia.
Desde el año 2006, cuando el expresidente Felipe Calderón militarizó la seguridad y dijo que lucharía contra el narcotráfico, los asesinatos y la desaparición de personas ha ido en aumento en el país. Hay zonas en México donde sus habitantes son víctimas de delitos cada vez más diversos, a pesar de las detenciones de figuras criminales de peso.
¿Los periodistas deben creer todo lo que dice la autoridad?, ¿cómo se pueden hacer coberturas responsables?, ¿cómo hacer una pausa en medio de una noticia así para cavar más profundo en el reporteo?
Tres periodistas especialistas en coberturas de violencia y seguridad dan algunas pistas para ir más allá de las narrativas oficiales.
Ignacio Alvarado
Ha sido periodista del Diario de Juárez, integrante de la unidad de investigaciones especiales en El Universal, coeditor de Newsweek en Español y ha escrito para diversos medios sobre crimen y violencia, como Al Jazeera, Televisión Pública Alemana, Expansión y Emeequis.
En principio hay que reparar en el tuit del secretario minutos después del atentado, en el que señala al Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) como autores del atentado. Después de esto, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, y el resto del status quo cobija esa versión y de manera automática le confieren la calidad de héroe porque, concluyen, el ataque es producto de su gran trabajo en contra de la delincuencia organizada.
Esta mañana fuimos cobardemente atacados por el CJNG, dos compañeros y amigos míos perdieron la vida, tengo tres impactos de bala y varias esquirlas. Nuestra Nación tiene que continuar haciéndole frente a la cobarde delincuencia organizada. Continuaremos trabajando.
— Omar Garcia Harfuch (@OHarfuch) June 26, 2020
En unos cuantos minutos atestiguamos la forma en la que se estructura una versión oficial y se fortalece una narrativa que habla de cárteles. Todo esto sin que haya una investigación de por medio.
Hace unas semanas se dio a conocer que congelaron cuentas del CJNG, pero si nos ceñimos a la propia narrativa oficial, esa una cantidad es insignificante (casi 36 millones de pesos), una merma barata para los volúmenes de ganancia que se le atribuye a esa organización. Como sea, aquello se trató de una operación federal y no de una en la que haya tenido participación el jefe de la policía capitalina. En un contexto mayor, debemos reparar en lo sucedido los días previos en Guanajuato, con la detención de la madre, hermana y prima de “el Marro” (José Antonio Yépez Ortiz), así como de otros supuestos integrantes de su organización.
En un video posterior, el mismo Yepez desliza la existencia de un acuerdo que se ha roto, deduzco que con alguna autoridad, y amenaza con escalar la violencia. Mezcla en ello la intromisión del CJNG. Al final lo que vemos es la puesta en libertad de sus familiares y al presidente López Obrador atribuyendo ello a posibles actos de corrupción que involucran a las autoridades locales. Los días previos al atentado, también se suscitan episodios de violencia de muy alto perfil en Sonora y Oaxaca, que dan cuenta de sujetos entrenados para matar, algo que no vimos en el atentado sobre avenida Reforma el 26 de junio.
Hay que decir que en México existe el paramilitarismo, pero ningún funcionario lo ha reconocido. Quizá el único que lo ha hecho desde 2009 es Ricardo Monreal. No hablo de autodefensas, sino estructuras de grupos con instrucción militar en forma que operan en Chihuahua, Veracruz, Jalisco, Guerrero, Sonora, Sinaloa y otras partes del país.
El fenómeno de la violencia es algo muy complejo. Aún así, en los medios de comunicación se ha sobredimensionado la narrativa oficial que habla de cárteles, la disputa de territorios que terminan desafiando al Estado mexicano. Esta es otra palabra favorita en ese discurso: “desafiando”. Pero no hay un Estado cohesionado que confronte al crimen organizado.
Hay un gobierno federal y gobiernos estatales haciéndolo —o al menos es lo que se afirma—. Existen zonas militares, una Secretaría de la Defensa y una Marina, pero no una defensa de fuerzas del Estado como tal, combatiéndoles. Nunca la ha habido. Por eso la gran farsa de la lucha del Estado contra grupos de la delincuencia organizada. De hecho, en la cumbre de la pirámide criminal siempre vas a encontrar fuerzas federales, fuerzas estatales o fuerzas armadas.
¿Cuál es la prisa de que en el caso del atentado contra el secretario se apunte a determinada organización? El fenómeno es de enorme complejidad.
No lo sé, pero parto siempre por dudar de las versiones oficiales.
—¿Qué harías si tuvieras una redacción?
Le pediría a un reportero documentar el pasado de García Harfusch, el pasado desde su abuelo, su padre y de sus acciones como policía federal. A otro que analizara los contextos de crimen en Guerrero y en la Ciudad de México, donde él coordinó la Policía Federal. Y que describiera la estructura operativa con la que el secretario de la CDMX operó en estas entidades: ¿quiénes son? ¿dónde están?
A otro le pediría que contara la historia del Cártel Jalisco Nueva Generación, ente comillas, de cómo, cuándo y dónde irrumpen en la escena, una línea de tiempo que mida la forma en la que —igual que organizaciones anteriores— se convirtieron de pronto en “la organización más poderosa del país”. También que hiciera un recuento de los episodios de asesinatos a mansalva en varios estados del país, atribuidos a cárteles de la droga. En todas hallaremos que no hay manera, más allá de versiones oficiales, que demuestren la intervención de estos grupos en una disputa por la “plaza”.
A partir de ello, se dotaría de un contexto a la crónica del atentado del 26 de junio.
Existen analistas que conocen del tema y habría que buscarlos. No son los más famosos ni mediáticos. Algunos son de la UAM y de la UNAM y han documentado movimientos de fuerzas armadas y paramilitarismo, y saben de los contextos de la cúpula militar, que ha dado muestras también de no estar cohesionada.
Debe hacerse un recuento del tipo de armamento que utilicen estos grupos. Se habla siempre de su capacidad de fuego e incluso se llega a afirmar que supera al de las fuerzas armadas, lo cual es totalmente falso. Ni táctica, ni tecnológica ni operativamente están al nivel. Hay un video de hace dos o tres años que puede verse en YouTube.
En él, un helicóptero de la Marina persigue a un supuesto capo con sus pistoleros. Ellos terminan refugiándose en una casa —no recuerdo bien si es en Nayarit o Aguascalientes—, y allí, en segundos, el helicóptero abre fuego y destruye todo. Ese es un buen ejemplo de la capacidad de fuego de unos y otros. Un Barrett no es sinónimo de artillería superior.
No publicaría sin filtros ni contrastes esta versión que señala a una organización criminal en específico, por mucho que la tuitee el objetivo del atentado. Hacerlo sería claudicar a un ejercicio periodístico digno.
“No teníamos trabajo, íbamos empezando apenas. No tenemos dinero ni cómo movernos": Familiares de Gabriela, víctima mortal del atentado contra @OHarfuch, recién retomaban sus actividades de venta de comida, por la pandemia.
📹: @albertopradilla. https://t.co/DW50TSIvvx pic.twitter.com/qU9betQJM2
— Animal Político (@Pajaropolitico) June 26, 2020
Daniela Rea
Es editora del sitio de periodismo Pie de Página, ganadora del Premio Breach/Valdez de derechos humanos y tiene una amplia experiencia haciendo coberturas con víctimas de la violencia en México. Es autora del libro “Nadie les pidió perdón” y coautora del libro “La Tropa”, sobre las fuerzas armadas.
Es importante dudar siempre, regresar a los básicos del reporteo. Es muy rápido decir: el secretario dijo que es el cártel, escribamos todos que es el cártel. Pero no sabemos ni qué ni por qué. No sabemos nada. Hay que dudar mucho y tener cuidado con las autoridades.
Aunque haya habido una declaración de que es el Cártel Jalisco hay que tratar de no volver a caer en esas narrativas de los buenos contra los malos.
Es importante regresar a lo básico, una reconstrucción de los hechos, ver lo que pasó.
Algo que he conversado con John Gibler (periodista estadounidense, autor de Morir en México y Una historia oral de la infamia) es que la pregunta de por qué es una pregunta peligrosa cuando no tienes antes el qué. Cuando no tienes el qué, el por qué es una pregunta que solo especula, y la especulación es un arma política que se va a manejar de acuerdo a quien la maneje. Antes de decir por qué lo mataron, hay que decir qué fue lo que pasó.
Hay que hacer una reconstrucción en el momento del ataque y una reconstrucción del contexto. Es más complejo porque al menos hay dos contextos que hay que contar: el de su historia, de quién es, y los intereses que ha golpeado. A quién le beneficiaría su muerte y, por otro lado, el contexto de la Ciudad de México que es donde ocurrió el ataque. Yo ahí veo dos líneas del qué.
Eso se podría hacer para tener una cobertura responsable.
Es importante ver quiénes son las otras víctimas, murieron dos escoltas y una mujer comerciante. Y aunque sí podría decirse que es fuego cruzado, no hay que perder de vista que la mujer que murió, Gabriela, de 26 años, es igual de importante y hay que hacer un seguimiento de la investigación, se tiene que saber quién la mató. No solamente quién hizo el atentado contra el funcionario.
Creo que hay que tener mucho cuidado de republicar las versiones oficiales. Y con la declaración del secretario, la citaría pero poniéndola mucho en duda. Aunque no sea una declaración ministerial, a veces estas tienen más impacto porque son declaraciones políticas.
Hay que tener mucho cuidado de cómo los medios podemos replicar narrativas que le sirven a alguien, ahí nadie sabe para quién trabaja después.
Valdría la pena seguir revisando el tráfico de armas, cómo llegaron armas de ese tipo a la Ciudad de México (como una Barret). Me recordó la imagen de los chicos disparando en Sinaloa adentro de una camioneta también, son una especie de trincheras móviles. No sabemos quién disparó.
Una cosa pésima es la filtración de fotos. Hay una imagen que me llama la atención de uno de los detenidos, el chico no tiene un pantalón con cinto ni botones, lo tiene amarrado con un mecate, pero sí tiene chaleco antibalas. ¿Quién filtró las fotos? Si un fiscal o un secretario te las filtra es porque le interesa.
En una cobertura responsable hay qua hacerse todas las preguntas que surjan: tener cuidado si este ataque puede servir para una respuesta con más mano dura.
Y vale la pena estar al tanto de que no se vaya a traducir en que no se proteja el debido proceso, como con operativos venganza. Hay que estar muy vigilantes del debido proceso, son cosas que hay que recordarnos y hacer mil planas siempre. Acuérdense que el debido proceso, no replicar el discurso de si fueron estos o no.
Juan Veledíaz
Ha sido reportero desde 1993. Premio Nacional de Periodismo (2002) en crónica por la investigación “Secretos de una tragedia militar”, publicado en Proceso. Autor de dos libros de investigación sobre fuerzas armadas: El General sin Memoria. Una crónica de los silencios del Ejército mexicano. (Debate, 2010), y Jinetes de Tlatelolco. Marcelino García Barragán y otros retratos del Ejército mexicano (Proceso, 2017). Es director regional de la OEM en Sinaloa.
El atentado contra el secretario de seguridad en la Ciudad de México es un suceso que hay que verlo en frío, pero también hay que tomar en cuenta el contexto.
El contexto es muy importante porque ha sido el tema de la política de este gobierno para el combate al crimen organizado. Si bien hay una retórica y un discurso oficial que suena más a vacilada que a realidad, eso de “abrazos no balazos”, fuera del escenario mediático lo que ocurre es que han habido algunas rupturas con lo que se venía haciendo en el ataque al crimen organizado por parte de las diferentes instancias del gobierno federal.
Sigue habiendo un desfase y un problema sistémico en cuanto a las investigaciones criminales que se llevan a cabo. En este sentido, llama la atención que Omar García Harfuch cuando fue jefe de la anterior Policía Judicial, hoy Policía Ministerial, se caracterizó en integrar investigaciones profesionales, es un tipo formado en las academias estadounidenses del FBI.
Hago un paréntesis: cuando digo que Omar García Harfuch es un profesional es porque sabe lo que es la tarea de la seguridad, y lo sabe por herencia, es hijo de uno de los legendarios jefes de la policía política, de don Javier García Paniagua, y bueno, don Javier es hijo del general Marcelino García Barragán.
Tengo un libro que se llama Jinetes de Tlatelolco, Marcelino García Barragán y otros retratos del Ejército mexicano, ahí compilo lo que son diez años de investigación en archivos, de la DFS y archivos del Ejército para perfilar al general García Barragán, y eso me dio una idea del legado del general a su hijo y su nieto. García Harfuch sabe lo que es el tema de la seguridad, lo mamó desde niño con sus abuelos, con sus tíos, él pudo ver desde niño en las casas museo que dejó su familia en distintos puntos de Jalisco, él sabía que este tipo de acciones contra la delincuencia organizada y a distintas esferas iba a tener una repercusión.
Y regresando al punto, debemos analizarlo en frío precisamente por la continuidad en las políticas del combate al crimen.
Omar parecería ser una isla en medio del océano por lo que ha hecho en sus anteriores puestos a este de secretario de Seguridad Ciudadana, en el ámbito de procuración de justicia estuvo como jefe de la policía investigadora, a eso me refiero cuando hablo de la falla sistémica. Con las investigaciones que llevó a cabo pudo procesar, enjuiciar y mantener con condenas a varios integrantes de la delincuencia organizada, como la detención de Dámaso López Nuñez, alias “el Licenciado”, la captura de varios jefes de diferentes bandas criminales a nivel regional y en Ciudad de México, te da una lectura.
Omar es un hombre muy bien informado, tiene muchísima información de inteligencia que yo creo que ni su jefa, Claudia Sheinbaum, ni el presidente (Andrés Manuel López Obrador) tienen, salvo algunos mandos militares.
Sabía que precisamente estaba en el blanco de bandas organizadas que operan de una manera bien diferente a como en el mundo periodístico imaginamos a un capo: imaginamos una banda de pistoleros llamado pomposamente sicarios y bautizamos como cártel.
Se trata de bandas criminales perfectamente organizadas y estratificadas estos pistoleros que detuvieron hoy tienen una formación paramilitar, los anillos de protección sobre los que ellos montaron el operativo para atentar contra el secretario pues sin anillos que son de escuelas militares, son estrategias militares, cuando haces una emboscada de este tamaño pues cuidas tu retirada, no solamente al ataque.
Para la cobertura de la noticia del atentado había que perfilar muy bien al actor principal, en este caso el funcionario, pero sobre todo contextualizar, en el contexto te brinca este tipo de sucesos que te da una lectura importante de lo que ocurrió el 26 de junio.
Plaza Artz, es un hecho clave, ocurrió en julio de 2019 en la Ciudad de México. Parecería un hecho aislado cuando no eres reportero o nunca te ha tocado resportear, para alguien que brincó de un aula a catedrático, o informa desde un estudio de radio y televisión sin salir a la calle, un sistema mediático que predomina es que hay gente que no conoce muchas veces lo que es el campo y en este caso el campo te da la experiencia.
Aquí lo que yo haría sería una línea de tiempo alrededor de los sucesos, por ejemplo el caso de Plaza Artz, cuando asesinaron a unos delincuentes israelíes, donde se vieron involucradas bajo las que esta banda criminal se autodefine el Cártel Jalisco Nueva Generación.
Yo utilizo mucho esta frase, ellos se nombran, no son, se autonombran. Aquí a mis reporteros en El Sol de Sinaloa y en El Sol de Mazatlán siempre les hago hincapié en eso, hay que atribuir eso, ellos se nombran. Si es cártel ellos se nombran, que no sean más que una banda de asesinos y de asaltantes ellos se autodenominan pomposamente cártel, entonces hay que hacer hincapié en eso, hay que ser cuidado con el manejo del lenguaje con este tipo de eventos y sobre todo hay que contextualizar, el contexto lo es todo.
No hay que pasar por alto lo que se ha hecho desde la autoridad federal de la unidad de inteligencia financiera, a los golpes criminales de esta organización. Con esto tienes un panorama que le explica más a la audiencia lo que hay detrás de un suceso muy relevante y muy noticioso, pero que puede emitir demasiado ruido.
Todo mundo está impresionado con el armamento, los Barret, todo mundo está pasmado ante la coordinación que tuvieron, pero creo que poco se dan cuenta de que por aquí hay una línea del outsourcing criminal. Ahora resulta que los detenidos ni siquiera conocían al jefe y fueron contratados en distintos puntos de la República y hasta están mencionado a un extranjero.
Eso no es nuevo, eso lo ha hecho Jalisco, lo ha hecho Tamaulipas, lo ha hecho Sinaloa, sus líderes criminales son líderes que se mueven más hacia el exterior y pueden contratar ese outsourcing porque a eso se dedican esas bandas. Venden sus servicios a la colombiana, de sicariato, venden sus estrategias de asesinatos de alto volumen porque precisamente permite a los líderes criminales marcar una distancia de estos sucesos.
Quiero ver cómo le va hacer la fiscalía y los investigadores para ligar al líder criminal que se menciona para que haya evidencias que se judicialicen, que lleven a juicio y que permitan una orden de captura jurídicamente bien sustentada contra el líder criminal y que se pruebe ese vínculo, creo que ahí está la clave.
La retórica dice hay que hacer justicia, se va a investigar, sí, pero cómo. ¿Qué tan profesionales pueden resultar quiénes hagan investigación?
Omar dentro de su carrera combatiendo al crimen se ha caracterizado porque su equipo más cercano son profesionales y saben trabajar las investigaciones científicas.
El seguimiento es importante porque es sobre todo ver las conexiones que pudiera haber entre los intereses financieros que se han golpeado por parte de las autoridades federales que han afectado a esta organización criminal, eso en el ámbito federal, en el ámbito local si vería yo, la investigación que está haciendo la autoridad ministerial local sobre los vínculos de los detenidos, los orígenes, ubicar a los abogados que siempre que estas mafias se manejan con bufetes de abogados, donde se mueve muchísimo dinero entonces es interesante porque inmediatamente empieza a brincar detalles de algunos otros actores vinculados a estas organizaciones, que te podrían dar una lectura diferente, un mapeo distinto porque ahí estás pasando al área de investigación criminal.
Dejas el área de seguridad netamente y pasas al área de investigación criminal en esta escala antes de llegar a juicio antes de consignar la investigación es importante darle seguimiento, porque uno podría traer a colación las distintas hipótesis que se manejan y lo que está haciendo la autoridad para probar esas hipótesis. Yo te manejo una hipótesis que es el tema de Plaza Artz, como un tema que hay que rascarle por los recursos económicos que se afectaron con la intervención de la policía en esta investigación, que llevó a la captura de estas personas directamente involucrado en este suceso, en el asesinato de estos israelíes.
Ahí hay un detrás al que nunca se le dio seguimiento, y precisamente la gente lo que pide son explicaciones: hay que seguir buscando explicaciones, más allá de lo nuevo, mas allá de decirle a la gente si se encontró una Barret, un cuchillo y otras cosas escondidas. Más que lo nuevo es importante explicar los porqué, ahí es precisamente la clave de este tipo de sucesos, porque muchas veces nos quedamos solo en el qué.
Lo que vende para la televisión es el cómo, cómo ocurrió, eran las 6 de la mañana y un comando, pero nadie se detiene a explicar el por qué, pero el por qué desde la calle, la comisaría, todos esos detalles son importante porque a la gente la saturas de información pero no le explicas, la gente está muy bien informadas pero no entiende, no entiende por qué pasó eso, hay demasiado ruido mediático.
—¿A ti en lo personal qué te parece esta noticia del atentado, cuál es tu análisis?
Me llama la atención que esta organización criminal está plantando cara al gobierno como le plantó cara al Estado hace dos semanas en el asesinato del juez de Colima.
Yo siempre he hecho hincapié en distinguir lo que es el Estado y el gobierno. Cuando tu atentas con un integrante del Poder Judicial, como era el juez federal en Colima, es un agravio al Estado, a uno de los poderes del Estado, eso es un mensaje entre líneas a los encargados de impartir justicia, y es bien distinto el Poder Judicial al Ejecutivo. Cuando tú envías un mensaje como el del 26 de junio a un integrante del Poder Ejecutivo, de un gobierno como el de la Ciudad de México, es a otro nivel, ahí estás contra un integrante de otro gobierno.
Ahí me quedaría con una primera lectura, que estos señores le están plantando cara al Estado mexicano y que están plantando cara a los gobiernos en este caso a la Ciudad de México. Eso también implica que el 1 de diciembre de 2024 cambiarán en México los distintos funcionarios en el gobierno, pero en el caso del Estado, las instituciones permanecen, el Poder Judicial permanece, y la autoridad tiene que ser muy estricta en la respuesta que debe de dar.
El caso de la Unidad de Inteligencia financiera ojalá pudiera judicializar todo lo que está haciendo de investigaciones, congelar cuentas, incautar no solo eso sino rastrear los vínculos, tienen mucho campo que recorrer, es algo que ninguna administración se atrevió a hacer.
Aquí estamos ante un escenario distinto que ojalá la voluntad política que se maneja en los discursos presidenciales se concretice en asuntos judicializados y que podamos ver el desmantelamiento financiero de estas organizaciones criminales y sus vínculos políticos y sus vínculos con los cuerpos de seguridad.
Hoy llama la atención eso que no pudieron corromper o debilitar a la vieja estructura de protección policiaca, pues es evidente, de ahí el atentado. Pero el tema es ese, que no nos quedemos a nivel micro sino que podamos entender en su justa dimensión lo que pasó el 26 de junio es contra el gobierno de la Ciudad de México y hace dos semanas, con el asesinato del juez, fue directamente contra el Estado.